Una de las características más reconocibles de la araña roja es que si la atacas, multiplica la puesta de huevos como respuesta, con lo que si no te la cargas, regresará muy pronto con venganza. Cierto que a las arañas no les gusta el agua, pero eso solo significa que en un sitio donde constantemente haya una humedad alta o las hojas estén pulverizadas con agua no se van a instalar. Otra cosa es que ya lo hayan hecho, por lo que volvemos al principio, si las atacas solo con agua, espérate el triple de ellas en cuanto bajes la guardia, y considerando que cuando cogoya no se la debe humedecer, el problema te vendrá cuando menos lo necesites y te obligará a utilizar química o a perder calidad o ambos. Mejor desde un principio las tratas con neem, y dejas de aplicarlo cuando se empiecen a desarrollar los cogoyos (a partir de este momento y si tienes humedad alta, pueden aparecer hongos por el uso de cualquier aceite, incluso neem). El neem funciona porque las ahoga, y su uso regular hace que cuando eclosionen los huevos se vayan muriendo las larvas. Lo que no llevan bien las arañas, a modo de controlar su número y que puedas cosechar, es el frío. Con menos de 10º se paralizan. Una noche a la fresca hace maravillas. Mientras, si tienes paciencia, pilla un cepillo de limpiar lentes, de esos que llevan una pera para dar aire. Preparas una solución con jabón de potasa y nicotina y con paciencia y cuidao te pones a barrer las hojas, sobre todo por el envés, es alrededor de la base de los peciolos y hasta la mitad de la caña de la hoja donde más desovan. Con esto reducirás el número de arañas, pero las que quedan empezarán a poner huevos como locas, entonces le das un segundo repaso en una semana y ya deberías acabar sin mayor problema y sin arriesgar el mojar los cogoyos