Las condiciones argentinas para el cultivo de cannabis (o de cualquier otra genética) son abismales, y así lo prueban décadas de modelo productivo agroexportador.
La gran pampa húmeda (centro), donde se congrega la llamada cuenca lechera; pero también la región de Cuyo (oeste), que recibe sol todo el año y congrega la quinta producción de vino más importante del mundo, son terrenos más que aptos.
Sin embargo, pocos son los que advierten esto y la producción de cannabis sigue siendo analizada a partir de la fallida guerra contra las drogas.
Algunas provincias comienzan a correr el velo prohibitivo y en términos nacionales, el cambio de paradigma lo impulsan los científicos, congregados en las universidades nacionales.
Las más importante de ellas, la Universidad de Buenos Aires (UBA) es una de ellas; ahora se anunció que la más prestigiosa casa de estudios iniciará un cultivo de cannabis.
Así se suma a la lista de universidades que ya avanzaron con sus propios espacios para investigar el cannabis: la Universidad de La Plata, Universidad Nacional de Rosario y la Universidad Nacional del Litoral.
En este caso, el proyecto está coordinado desde el Instituto de Química y Metabolismo del Fármaco (Iquimefa), que se trata de una institución creada en conjunto entre la UBA y el Conicet.
“Será un cultivo chico, científico y experimental”, adelantó la directora del programa, Catalina van Baren, a Oktubre FM.
El encargado de las plantas será Ignacio Peralta, un bioquímico que ya trabajó en una plantación de Colombia durante su investigación postdoctoral.
“El plan es trabajar con genéticas estables y eligiéndolas según sus perfiles fitoquímicos. La idea es recolectar y conservar la mayor cantidad de genéticas para futuras investigaciones”, cuenta Peralta.
Por otro lado, los encargados del proyecto cuentan que aún no tienen determinado en qué lugar se llevará a cabo el cultivo.
Van Baren explica que “ahora hay que continuar los pasos burocráticos que, además, están demorados por el contexto de la pandemia del coronavirus”.
Sin embargo, la directora de “Cannabis Sativa” afirma que “será dentro de un predio del Conicet o la UBA, que también tendrá que evaluarlo y aprobarlo el Ministerio de Seguridad”.
NORMA DE CALIDAD
Además de aprobar el cultivo, las autoridades sanitarias habilitaron otras tareas relacionadas al control de calidad, toxicidad y eficiencia de la medicación.
“Uno de nuestros objetivos es generar una norma de calidad para el uso medicinal del cannabis”, adelanta van Baren sobre una iniciativa que ya se encuentra en camino a ser presentada ante la Farmacopea, que se trata del código oficial donde se describen los productos médicos en la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat).
Moira Memma, conversó con la directora del proyecto:
“Nosotros lo presentamos en el 2017. Financiado por el Conicet. Identifica al instituto de la química y el metabolismo del fármaco.
La necesidad del autocultivo sigue, porque es una necesidad de los pacientes y de los investigadores para que podamos continuar analizando la materia prima.
“Ya no es mala palabra decir que uno investiga sobre cannabis en el ámbito académico”, afirmó.
SEMILLA ARGENTINA
Hace un año, la Universidad de La Plata anunciaba la creación de la primera semilla de cannabis 100 por ciento argentina.
La misma es una cepa cultivada durante años en forma clandestina por “el Profe” Daniel Loza, un recordado cultivador platense que falleció luego de estar detenido por tenencia de plantas.
“La idea es estandarizarla, caracterizarla y que uno esté seguro de que cada esqueje nos provee una planta de determinadas características. El fin último es generar todo el conocimiento necesario para que el autocultivo y el cultivo solidario puedan ser viables incluso cuando haya medicamentos en las farmacias”, explicó Andrinolo a La Marihuana en ese entonces.
El proyecto, que integra a las Ongs el Jardín del Unicornio y la Asociación de Cultivo en Familia de La Plata, cuenta con el apoyo del Conicet y la Universidad, pero los responsables no han recibido respuestas de la secretaría de Salud ni el ministerio de Seguridad.
“Los investigadores no sentimos discriminados, como si estuviéramos haciendo algo malo”, lamentó el investigador.