Araceli Manjón, penalista y ex magistrada suplente en la Audiencia Nacional y también ex jefa de gabinete de Baltasar Garzón en el Plan Nacional sobre Drogas, considera que la guerra contra estas sustancias ilegales ha fracasado y que la única solución al problema es “la legalización controlada”.
“Es mucho mejor controlar que prohibir”, ha declarado a Efe Manjón, que acaba de publicar el libro “La solución”, editado por Debate.
Esta profesora titular de derecho penal especializada en criminalidad y droga acumula argumentos en defensa de su tesis: en España es más fácil para un menor conseguir drogas ilegales que tabaco; es más barato y humano el tratamiento que la cárcel; y si la cocaína fuera legal no existirían epidemias como el “crack”.
Además, la erradicación de cultivos en Latinoamérica arruina a los campesinos y daña inútilmente el medio ambiente, mientras que la prohibición permite un enriquecimiento enorme al crimen organizado.
Pero los argumentos más duros, explica, están en países como Guatemala, convertida en un auténtico “narcoestado”, o en la guerra contra las drogas del presidente mexicano Felipe Calderón: 50.000 muertes, 10.000 desaparecidos, 5.000 cuerpos sin identificar…
La conclusión es que, después de cuarenta años de una lucha que ha costado muchas más muertes que las provocadas por las sustancias contra las que se dirige, es hora de afrontar que la única solución es “convivir con las drogas minimizando los riesgos”.
A esta tesis, argumenta, se oponen las agencias de lucha contra el tráfico de drogas de Naciones Unidas y la posición de potencias como Estados Unidos, relata.
“Creo que la posición de Estados Unidos es determinante para que no se pueda abrir el debate sobre la prohibición. Ellos imponen su política a sus vecinos del sur, por ejemplo condicionando su ayuda”, explica.
“Además, hay intereses parciales, porque hay quien vive del prohibicionismo y hace de él un negocio enorme: por ejemplo agencias que trabajan en la represión, comola DEAo algunos servicios de inteligencia, y también otros agentes menores”, dice Manjón.
“Recordemos, por ejemplo, cómo se opusieron los proveedores de cárceles privadas de California a la despenalización de la marihuana”, añade.
Esa política, sin embargo, ha llegado a un límite y hasta Calderón ha hablado de buscar “opciones de mercado”. Con ello hace referencia a centrar la lucha contra las drogas en la demanda, es decir, en el tratamiento y la prevención, antes que en la oferta (el tráfico de drogas).
El mismo presidente Obama ha girado en ese sentido su política y, en cuanto a la acción exterior, ha reconocido que el debate sobre la prohibición puede ser oportuno, destaca.
Pero para esta penalista es necesario ir más lejos: generar un cambio progresivo, que debe ser mundial, y que no saldrá de Europa, donde el problema es menos grave, sino de las naciones más afectadas, que deberán promover convenios a través de Naciones Unidas.
“Podríamos comenzar con la marihuana y sus derivados, y seguir con otras drogas recreacionales, mientras se administran opiáceos como la heroína bajo control médico”, apunta, aunque reconoce que “habrá que dar pasos sin saber cómo se hace”.
“Algunas naciones deberán empezar por una suerte de control de daños, en otras podremos ir a un régimen similar al alcohol, el tabaco o determinados medicamentos. Cada país tiene que proceder en función de muchas circunstancias”, continúa.
El único modelo similar conocido es el del alcohol en Estados Unidos, a comienzos del siglo pasado, una situación muy distinta, argumenta, porque era local.
Por eso, continúa, se trataría de una evolución escalonada sobre la cual todavía queda mucho debate por hacer y que no estará exenta de errores y riesgos.
Pero cualquier error que podamos cometer será mejor, dice, que el precio que la humanidad está pagando por la prohibición, concluye.
Fuente Canarias7
