Argentina/Colombia.- Lleva cuatro años hablando de frente sobre el porro y plantea que sin información no hay elección.
Porro, bareto, join, faso, lechuga, ganya, cannabis, maconha, marimba, tetrahidrocannabinol y todas sus formas, todas, están en THC, la revista.
Sí, una revista dedicada a la marihuana, un medio, dicen sus creadores desde Buenos Aires, sobre la cultura cannábica.
Al comienzo sólo le auguraron cinco números. “¿Qué tanto podés decir de la marihuana?”, le dijo una amiga a Emilio Ruckahnsky, el jefe de redacción de THC.
Pero no pudo estar más equivocada. Lo que empezó una noche durante una copa cannábica (campeonato de cata de marihuana), una idea que se creó en torno de un porro, de muchos porros, es hoy un medio reconocido en el país austral y va por el número 35, en su cuarto año.
Con todo y polémica, escondida como si fuera una revista ‘porno’, o exhibida por su alta venta, está en todos los quioscos de revistas y periódicos, a pesar de unos y para gusto de 30.000 que la compran.
“La creamos para influir políticamente en la realidad”, dice Ruchansky, quien se presentó hace poco en la Universidad de Antioquia, en Medellín. “En los tres estadios (el consumidor, el usuario y el abusador), una persona se puede morir porque no sabe manejar las dosis, y el mensaje en esos casos es “no te drogues”, pero no te dan información. Entonces queríamos llenar ese hueco”.
Han informado de todo: cómo se siente tener sexo con un porro encima, quiénes son los ‘fumones’ de la historia, los más ‘bareteros’ de la literatura, sobre la despenalización de las drogas en América, la marihuana homeopática, la poda y los cortes de moda entre los cultivadores, historias de dealers, platos con marihuana y cuanta idea tiene humo negro en sus consejos de redacción.
La revista, de 66 páginas en promedio, tiene un tercio de información sobre autocultivo, con un estilo enciclopédico, una sección fija internacional, otra de literatura, otra sobre gastronomía canábica, una de médicos y consumo responsable y la que ha sido el éxito total: la sección de sociales, en la que hombres y mujeres de todos los estratos posan sonrientes, no con un coctel en la mano, sino al lado de su planta de marihuana.
Una revista política
Es una revista de “destape ‘porrero’ y en ese sentido, un tanto pornográfica”, explican. Al mejor estilo de Playboy, han posado y escrito personajes como Andrés Calamaro, Diego Capusoto, uno de los humoristas más importantes de Argentina, el futbolista el ‘Rifle’ Pandolfi, la modelo Úrsula Vargas, el presentador de TV Víctor Hugo, entre otros.
Pero quizá el más importante que ha pasado por sus páginas es el ministro de Justicia, Aníbal Fernández, quien les habló del proyecto de despenalización de drogas en Argentina y destapó el plan del gobierno de no perseguir a los consumidores. “Dicen que los pibes que fuman marihuana se ponen violentos. Lo único que te puedo decir es que cuando voy a la cancha, los que fuman son los únicos que no putean al réferi”, dijo Fernández en la entrevista publicada en el 2008.
Para la redacción de THC esa fue una primera conquista, porque “si un ministro le habla a un medio, lo legitima”. Están empeñados en demostrar que quien fuma no es ni delincuente o enfermo, sino usuario.
Pero, ¿hasta qué punto hacen apología de las drogas?
La pregunta trasnocha a sus detractores. Uno de ellos, Claudio Izaguirre, presidente de la Asociación Antidrogas de Argentina, los denunció por preconizar. “Esta revista viola todo lo que firmó Argentina desde 1966 hasta ahora y lo que hacen es mostrar la marihuana como una hierba inocua que no hace daño”, dijo a medios de comunicación.
Pero la justicia les ha dado la razón a los periodistas de THC y ni ese juicio ni otros han llegado a nada.
Cuando Sebastián Basalo, el director, Luis Osler, Ruchansky y otros comenzaron hace cuatro años, en Argentina estaba penalizada la tenencia para uso personal y a quien tenía droga en su poder le iniciaban una causa penal, que se se suspendía si realizaba un tratamiento de rehabilitación. Hoy existe un proyecto de ley que permite el cultivo, las semillas, borra la tenencia simple y la tenencia para consumo y baja las penas de las ‘mulas’.
“Junto con una diputada armamos el proyecto. Logramos que la revista sirviera para discutirlo, es nuestro proyecto”, dice el jefe de redacción.
Visto así, todo suena muy serio y se diluye la imagen de una redacción donde el olor a cannabis es como el del café en cualquiera otra.
“No necesariamente todos nuestros periodistas fuman. En general sí, pero no lo exigimos, a algunos les gusta por la botánica. Compartimos inquietudes como otras formas de hacer política no partidista, el software libre, la ecología, el feminismo”.
Son en total 80 personas: 12 periodistas de planta, colaboradores externos, secretaria y gerente, aunque no todos viven de la revista, que se financia con las suscripciones y cuenta con pauta de ONG, películas, semillas y tiendas de objetos para fumar.
Lo paradójico es que mientras los medios pierden lectores y las revistas están de capa caída, esta aumentó 20.000 ejemplares y, además de circular en todos los departamentos de Argentina y Uruguay (donde el consumo es legal), tienen planes para abrir sede en Brasil. La razón, dicen, es que van de frente en las discusiones sobre libertades individuales. “Son lectores fieles, a los que les gusta pensar distinto y no tienen problemas con ejercer el placer”.
En THC creen que hay público en México y Colombia, pero saben que por lo que han sufrido estos países con las drogas, podrían tener algún rechazo.
Para ellos, sin embargo, lo más importante es el cambio cultural: que quienes fuman hablen abiertamente del tema, que ya no escondan la revista bajo el colchón y la pongan en la mesa familiar, que consideren que es mejor cultivar que comprar en el mercado negro, porque fomenta el narcotráfico y que se quiera salir de la lógica del enfermo.
Eso sí, no dudan en advertir que no se vende a menores de edad y que “sin información no hay libre elección”.
Por Catalina Oquendo B.
Redactora de El Tiempo
One Response
Ustedes son grandes! Algo redundante mi comentario.