Por Zappa.
Fotos Gisela Romio.
Argentina.- mes, en un interesantísimo número sobre el porro en los 70, planean una tirada de 35 mil ejemplares, una enormidad de ventas para una revista en el país, cualquiera sea su temática. Nacieron hace cinco años con la idea de poner foco sobre la cultura que se construye en torno al consumo de drogas en Argentina y construyeron una de las mejores publicaciones que circulan hoy por los quioscos de diarios. Lujosa y bien escrita, la revista THC suma lectores número a número. Hablamos con Sebastián Basalo y Martín Armada, director y editor de la publicación.
¿Cómo nació la idea de hacer la THC?
SB: Arrancamos con la idea a comienzos de 2006, a fin de ese año editamos el primer número. Obviamente los que nos juntamos para hacerla éramos unos pibes que no teníamos guita para bancarla. De hecho yo le pedí guita prestada a mi viejo. Y bancamos la impresión del primer número yendo contra la regla de que para sacar una revista tenés que tener la guita para hacer los primeros tres números y sin saber qué iba a pasar. La sacamos a la calle en diciembre, no sabíamos cuando íbamos a sacar el números dos. En enero de 2007 nos llama la distribuidora -que fue casi nuestro mecenas- y nos dice que la revista se estaba agotando y que nunca les había pasado que una revista saliera casi sin publicidad y se agotara. Y nos dicen que tenemos que sacar el segundo número. Pero nosotros no teníamos la guita. Entonces ellos nos bancaron la segunda impresión.
¿Cuál fue la idea original para sacarla?
SB: Siempre fue la misma, y eso tiene su explicación, nosotros queríamos hablar de un tema del que no se hablaba y que, esa era nuestra hipótesis, formaba parte de una cultura desarrollándose detrás de ese tema. Hablar de todo el fenómeno sociocultural que existe detrás del uso de determinadas sustancias que casualmente estaban prohibidas, incluso hablar de ellas también estaba prohibido. De hecho cuando sacamos la revista a la calle nos metieron una cantidad de demandas por apología de las drogas. Las demandas decían que la revista hacía apología, y en un punto eso es verdad, pero hay que discutir ese artículo de la ley que dice que no se pueden impartir instrucciones en medios públicos de comunicación acera del uso de drogas, lo que a nosotros nos parece una ridiculez en la medida en que la única forma de reducir los daños en el uso de drogas es saber cómo usarlas. Nosotros creíamos que esa discusión tenía que ser dada. No contestamos ninguna demanda, y los fiscales que se encargaron de estudiar el caso y luego elevarlo o no al juez desestimaron las demandas con el argumento de que, habiendo leído la revista, sólo habían encontrado información y no apología. Nosotros no decimos que las drogas son buenas, que hay que ir a consumir, tampoco decimos que son malas. Nosotros decimos que las drogas existen, y que hay toda una cultura a su alrededor.
¿La calidad de la revista siempre fue esta? Es una revista finamente hecha.
SB: Lo que pasa es que la idea era que si íbamos a hablar de algo que estaba tapado debajo de la alfombra y sujeto a una criminalización implícita de todos los que participan de esta cultura, la mejor manera de dar vuelta ese discurso era hacer una revista mejor y más lujosa que las revistas de política, por ejemplo. Hacer una revista con tapa dura, laqueada, impresa en una de las mejores imprentas del país, que nos cuesta un huevo pero que tiene la intención de hacer un medio respetando al lector y sin afanarlo.
Ahora, ¿la revista es sobre la cultura cannabis, o sobre el fenómeno cultural alrededor del consumo de drogas, cualquiera fuera esta?
SB: Esta es una revista sobre el fenómeno sociocultural del consumo de drogas, si querés ponerlo de algún modo. Y se centra en las sustancias en torno a las que existe una cultura que a nosotros nos interesa abordar, aunque de refilón tocamos otras drogas.
¿Quiénes son los lectores de la THC?
MA: Hay una discusión permanente en cuanto al lector. Mientras laburamos cada uno hace sus hipótesis, si bien uno tiene ciertas estadísticas, lo interesante es que es un medio muy dinámico en el cual el público es un poco indefinible. Lo puede leer un médico, un pibe del conurbano o un pibe de Palermo, uno que fuma paraguayo que compra a un dealer o alguien que es un fanático y un especialista en el auto cultivo.
SB: Lo que pasa es que el consumo de marihuana, por ejemplo, atraviesa transversalmente a la sociedad, y ahí se te hace muy difícil identificar un lector.
MA: Hay una sección que se llama Cogollos argentinos que es donde los lectores mandan sus fotos con sus plantas con sus caras y sus nombres. Lectores que aceptan que están en un estado de ilegalidad y que pueden ir en cana por eso. Bueno, ahí ves fotos de un pibe que sacó una foto con una recontra cámara en un indoor en el que tiene invertido 5 lucas, y de pibes que el fondo de la foto es una pared de ladrillo hueco. Eso es lo interesante.
SB: La marihuana no es el fin en la THC, sino que es la excusa para hablar de un montón de cosas, por ejemplo, en el último número, del porro en los 70, lo que nos permite hablar de los 70.
Viendo las tapas de la revista aparecen personajes que uno se imagina en THC, pero hay dos que sorprenden: Víctor Hugo y Chiche Gelblum ¿Cómo fue esa experiencia?
SB: El gran quiebre de THC se dio con la tapa de Chiche, y de hecho la tapa de Víctor Hugo puede explicarse a partir de la de Chiche. Con esa tapa recibimos muchas cartas de lectores que decían, “¿Cómo vas a poner a nuestro peor enemigo en la tapa de la revista?” Nosotros le propusimos lo siguiente: ¿podemos entrevistarte de la misma forma en que vos armás tus informes sobre drogas? Y creo que el tipo se encontró ahí con su propio relato: un tipo que probó cocaína en el departamento de policía, que en su época se tomaba un valiun con gin tonic para poder dormir, que probó marihuana un par de veces pero que como le hizo perder la noción del tiempo y como es un tipo muy centrado no le gustó. Y creo que poner al tipo que peor hablaba sobre las drogas a hablar de este tema significó un quiebre, de hecho él no volvió a sacar un solo informe en contra de la marihuana desde esta entrevista.
¿Y Víctor Hugo?
MA: La verdad que entrevistarlo a Víctor Hugo fue como hacer un agujero en un tapial que divide una generación de otra. Yo creo que un montón de pibes se deben haber sentado a hablar de drogas con sus viejos con esta tapa, porque es una tapa que lo que planteó fue una reconciliación generacional, como decir: la marihuana no nos separa, lo que nos separan son otras cosas, pero esto no.
Yo pienso que esta revista no podría haber salido en otro momento histórico de la Argentina. ¿Ustedes qué piensan?
MA: Básicamente la sensación que tengo es como que vuelve a instalarse un término que parecía un poco demodé que es el concepto de juventud. Creo que definitivamente hay la reconstitución de nuevas dinámicas sociales que van generando al mismo tiempo nuevas demandas. Cuanto más amplia es la red más camino te animás a recorrer. Y eso hace que la drogas como tema pasen a ser parte de la minuta en una discusión. Y por otro lado, lo que me impactó del trabajo en la revista es que se está tomando y haciendo cargo de una demanda concreta que no es solo una demanda en cuanto al placer –que obviamente está contemplado- sino que por otro lado está teniendo en cuenta que hay un montón de elementos nefastos en cuanto a las drogas, y uno central que es la ley de drogas que tenemos. La revista no sólo se hace cargo del pibe que quiere fumar el mejor cogollo, sino también de los pibes que van en cana por tener cualquier sustancia encima en un barrio marginal, y eso es lo que para mí es importante remarcar porque eso jerarquiza también la demanda que uno hace por una ley de drogas diferente y por tratamiento distinto a los usuarios de drogas. Porque, concretamente, la Ley de Drogas actúa de manera completamente clasista en la cual un pibe que vive en Palermo no va a ir en cana por tener un porro, pero un pibe que vive en un barrio más complicado puede llegar a perder la vida por eso.
SB: Si vos ves la construcción política de estos últimos años, en las primeras marchas la cuestión era decir: sí somos nosotros, somos sujetos, nos encanta fumar porro y queremos seguir haciéndolo sin que nos jodan. Y esos dos primeros años de sentarnos en el Planetario y decir que existíamos frente a los medios de comunicación que venían a filmar como si fuéramos animales fue una primera instancia. En los dos primeros encuentros hubo detenidos además. Después del tercer año decidimos marchar. El año pasado hubo 15 mil personas en la marcha de Plaza de Mayo hasta el Congreso.
Algunos miembros del gobierno nacional han tenido posiciones públicas muy interesantes respecto a este tema. ¿Ustedes cómo lo ven?
MA: Para mí el problema es poner sobre la mesa cuáles son las nuevas leyes. Porque si vos pones la ley de drogas en un marco en el cual tenés, por un lado el Matrimonio Igualitario y, la ley del aborto, la diferencia que encontrás es que un cambio en la ley de drogas toca muchas dimensiones porque supone un cambio en términos de políticas de estado y no sólo en cuanto a derechos civiles.
Pero ¿qué sienten cuando escuchan a Aníbal Fernández hablar en contra de la Ley de Drogas vigente?
MA: Obviamente, sentís que se está generando un cambio en el cual tampoco podes obviar el matrimonio igualitario, el debate sobre aborto, que son avances democráticos. Yo creo que la diferencia central de este momento es que hay una maduración real de la democracia. Y realmente se volvió a debatir, a hablar de política. Es como que te dicen: Si vos querés que la ley salga, bueno, militala. Si querés que haya un cambio, explicale a la sociedad por qué tiene que existir ese cambio. Y me parece que el solo hecho de que se haya generado eso es una diferencia sustantiva. Ahora, para nosotros, una nueva Ley de Drogas es parte de la deuda de la democracia argentina. Nosotros ponemos este tema en el orden de seguir ampliando la agenda de derechos humanos.
SB: Que por primera vez un ministro de un gobierno hable sobre el fracaso de las políticas sobre drogas aplicadas hasta ese momento, incluso la de su propio gobierno, es un gran quiebre político y cultural. A partir de ahí creo que el gobierno empezó a encontrar las propias limitaciones del caso: las de ampliar un discurso como este, que no es fácil, la de los escenarios electorales, que tampoco es fácil. Nosotros lo escribimos en un editorial tras la muerte de Kirchner, y ahí decíamos que lo que hizo Kirchner fue abrir el juego, permitir que un funcionario como Aníbal critique las políticas sobre drogas con cifras, con estadísticas, con información real, pero al mismo tiempo mantuvo la Cedronar, uno de los organismos más oscuros, creado en los 90, bajo el auspicio de la DEA, que concentra tanto el tratamiento de las adicciones como el combate al narcotráfico, o sea, poder médico y poder policial al mismo tiempo. Pero lo que más destaco fue el hecho de abrir el debate, y decir: discútanlo, convenzan a la gente de que ustedes tienen razón.
¿A qué le dicen ni a palos?
MA: Ni a palos definitivamente a la intolerancia, ni a palos a la desinformación, a los lugares comunes, a los negocios de pocos. Y ni a palos a los costos sociales.
SB: Yo firmo esos cinco ni a palos.
Fuente Niapalos