Han pasado ocho meses desde que escribí sobre la marihuana medicinal y ofrecí disculpas por no haber investigado a fondo los efectos beneficiosos de esta planta y por haber escrito artículos en los que resté importancia a su potencial. Me disculpé por inculcar ideas incorrectas en la gente y me siento muy mal de que la gente haya sufrido durante demasiado tiempo por no poder obtener el medicamento legítimo que les habría ayudado.
Me han recordado que un viaje científico auténtico y productivo requiere comprometerse a soltar las nociones establecidas y llegar a la verdad aunque sea incómoda o implique tener que disculparse.
No es fácil disculparse y soportar sus críticas, pero esto nunca se trató de mí, sino de una cantidad creciente de pacientes que quieren usar elcannabis como medicamento genuino, no para drogarse.
No se trata solo de mostrar y comprobar lo que la marihuana puede hacer por tu cuerpo, sino ofrecer un mejor entendimiento sobre lo que la marihuana hace en el cerebro y entender mejor a una planta cuyosbeneficios se han documentado desde hace miles de años. Se trata del sistema draconiano en el que la política somete a la ciencia y los pacientes quedan atrapados entre ambos.
Desde que nuestro documental Weed salió al aire en agosto de 2013, he seguido viajando por el mundo, investigando y haciendo preguntas difíciles sobre la marihuana.
Me he reunido con cientos de pacientes, decenas de científicos y con una curiosa mayoría que simplemente quiere entender a profundidad a esta planta milenaria. He estado en laboratorios analizando personalmente las moléculas de la marihuana que poseen gran potencial pero que también son fuente de una intensa controversia. He visto esas moléculas transformadas en medicamentos que alivian la epilepsia en una niña y el dolor en un adulto. He visto cómo ayuda a una mujer que está en el apogeo de su vida a vencer los embates de la esclerosis múltiple.
Estoy más convencido que nunca de que es irresponsable no proporcionar el mejor cuidado posible, cuidado que a menudo involucra a la marihuana. No voy a retirar mi apoyo a la marihuana medicinal: voy a redoblarlo.
Debería agregar que aunque he recibido algunas críticas por mis reportajes sobre la marihuana, no he estado en una posición tan solitaria como esperaba. Los legisladores de varias entidades de Estados Unidos se han acercado a mí ansiosos por fundamentar sus posturas y piden que se muestre el documental a sus colegas legisladores.
He evitado cabildear, pero claro que es gratificante saber que la gente que tiene influencia preste atención a la cinta. Uno de los sitios en el que los legisladores vieron un clip fue en Georgia, en donde la Asamblea estatal acaba de aprobar una propuesta de ley sobre la marihuana por 171 votos a favor y cuatro en contra. Antes de que iniciara la sesión legislativa, la mayoría de las personas no creían que la propuesta tuviera oportunidad alguna.
Lo más notable es que muchos médicos y científicos que estaban preocupados por quedar condenados por hablar del potencial de la marihuana me llamaron confidencialmente para compartir sus historias sobre la droga y de los beneficios que ha ofrecido a sus pacientes. Honraré mi promesa y no diré sus nombres, pero espero que el siguiente documental facilite una discusión más abierta y el avance de la ciencia.
Legalmente, la marihuana se clasifica como una sustancia del Anexo I, que se definen como las drogas “más peligrosas sin uso médico aceptado en la actualidad”.
Ninguna de esas declaraciones es verídica. Incluso muchos de los críticos más acérrimos de la marihuana medicinal disienten con la clasificación del Anexo I y saben que eso ha obstaculizado las investigaciones necesarias sobre la planta.
Incluso la directora del Instituto Nacional para el Abuso de las Drogas de EU, Nora Volkow, parece haber flexibilizado su postura: me dijo que cree que necesitamos suavizar las restricciones a los investigadores.
En el inter, el público se ha interesado intensamente. Nuestra sociedad ha puesto más atención que nunca a este tema y con esa instrucción aumentada el apoyo a la marihuana medicinal ha crecido, incluso en algunos sitios inesperados.
Pete Carroll, entrenador de los Halcones Marinos de Seattle —equipo que ganó el Super Bowl— dijo que la Liga Nacional de Futbol Americano debería explorar la marihuana medicinal si ayuda a los jugadores. El comisionado de la NFL, Roger Goodell, no ha desechado la idea y dijo que si el mundo médico reconsidera la marihuana, la liga la trataría como si fuera cualquier otro medicamento. Goodell también dijo que la NFL está atenta a las investigaciones que indican que la marihuana podría ayudar a la recuperación en casos de conmoción cerebral.
Recientemente tuve la oportunidad de decirle que EU ya cuenta con una patente para la marihuana medicinal con ese mismo propósito. La patente N.o 3360507 indica que se descubrió que los cannabinoides tienen un uso particular como neuroprotectores: limitan, por ejemplo, el daño neurológico que sigue a los accidentes isquémicos como las apoplejías o los traumatismos.
Sin embargo, este tema en particular sigue desconcertándome. ¿Cómo puede el gobierno negar los beneficios de la marihuana medicinal si posee una patente que habla de esos mismos beneficios? Los miembros de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos se negaron a responder en varias ocasiones a mis solicitudes de entrevista.
El año pasado, el presidente Barack Obama dijo a la revista New Yorker: “No creo que (la marihuana) sea más peligrosa que el alcohol“. No obstante, el alcohol está al alcance de cualquier adulto y el presidente no ha hecho nada para excluir a la marihuana de la lista de las sustancias más controladas del país.
Desde que inicié mis investigaciones sobre este tema, me he resistido principalmente a la tentación de inyectar a esta discusión una comparación moral subjetiva, como el comparar el alcohol con la marihuana o recordarles que los pacientes, médicos e investigadores pueden conseguir cocaína y metanfetaminas con mayor facilidad. Son drogas del Anexo II que tienen usos médicos reconocidos. También podría decirles que en promedio, una persona muere cada 19 minutos en Estados Unidos a causa de una sobredosis de fármacos controlados legales, mientras que virtualmente no se conocen casos de muerte por sobredosis de marihuana.
Sin embargo, en una discusión como esta, la coherencia importa. Las palabras también.
Estamos hablando de un medicamento que se conoce científicamente como cannabis. Para que la gente empiece a pensar que esta sustancia es un medicamento, tal vez deberíamos empezar a llamarlo con su nombre médico, algo que los defensores de la marihuana me sugirieron casi en todas partes este año.
He tratado de reunir todos estos acontecimientos recientes en nuestro nuevo documental, Cannabis Madness. Aunque la cinta de 1936, Reefer Madness, se usó como propaganda para promover falsedades dramáticas y exageraciones, espero que en Cannabis Madnessencuentren una reflexión veraz sobre lo que ocurre actualmente, imbuida con la mejor ciencia actual.
Conocerán a familias de todo Estados Unidos —un ama de casa de Ohio, una enfermera de Florida, un vendedor de seguros de Alabama—, más de 100 familias que han abandonado su empleo, su hogar, su familia y sus amigos para mudarse a Colorado y obtener la medicina que alivia su sufrimiento.
Tal como está la situación ahora, muchas de estas buenas personas nunca regresarán a casa. ¿Por qué? Porque si transportaran su medicamento, aunque sea aceite de cannabis no psicoactivo, podrían arrestarlos por tráfico de drogas. Así que están atrapados, son refugiados del cannabis.
Los conocerán, y si son como yo, les romperá el corazón escuchar su historia, pero también tendrán un nudo en la garganta cuando vean el amor puro y verdadero que estos padres tienen por sus hijos enfermos.
Tal vez algún día los libros de historia comparen este capítulo de la marihuana medicinal con la historia de David y Goliat. En el papel de la honda de David, que a final de cuentas derrotó a Goliat, estará una niña de dos años llamada Vivian Wilson. Ella inspiró a su padre a desafiar espectacularmente al sistema y provocó que un país se detuviera por un momento y lo notara.
Filmamos y seguimos a la familia Wilson y todas sus pruebas y tribulaciones durante meses y conocerán a toda la familia en el próximo documental.
Yo soy padre, antes que nada. No quiero que mis hijos consuman una sustancia psicoactiva ni que se las ofrezcan. Como neurocirujano sé que el cerebro en desarrollo es más susceptible a los efectos más nocivos del cannabis y que nuestro cerebro deja de desarrollarse hasta después de los veintitantos años.
También me preocupa que varias generaciones después, mis bisnietos encuentren los titulares de las noticias en internet en las que hablen de mí como el “médico de la marihuana”. Espero que lean el resto de la historia y entiendan a incontables personas que han sufrido innecesariamente cuando una planta podría haberles ayudado. Espero que sepan que he dedicado mi tiempo a investigar la literatura médica, a hablar con los científicos personalmente y a unir las piezas de una presentación basada en los hechos que tiene como propósito educar, no asustar.
Espero que las generaciones venideras no me consideren ingenuo. Sí, sé que existe la inquietud de que muchas personas finjan enfermedades solo para conseguir marihuana. Pero el retener el tratamiento legítimo de quienes lo necesitan es una forma muy injusta de abordar esa inquietud.
Como médico y reportero, siento que estoy profundamente obligado a presentar las historias reales, minuciosamente fundamentadas con hechos científicos de todo el mundo.
Cuando ofrecí disculpas por primera vez por mis reportajes anteriores sobre la marihuana, pensé en el impacto que esos reportajes habrán tenido en Charlotte Figi. Es una dulce niñita cuyo cerebro estaba atrapado en una actividad convulsiva casi incesante.
Probó siete medicamentos distintos, dietas estrictas y suplementos vitamínicos de dosis altas sin éxito. La medicina moderna no tenía más que ofrecerle, por lo que sus padres recurrieron a la antigua planta. Como saben, funcionó.
Además, como verán, es una de las muchas pacientes que sufren por enfermedades diferentes y que creen que el cannabis los rescató cuando nada más funcionó.
Para trastornos como el de Charlotte, la Sociedad Estadounidense para la Epilepsia señaló que las terapias existentes no ayudan a controlar las convulsiones de un millón de personas. La sociedad señaló recientemente que las anécdotas sobre la marihuana medicinal “son una razón para tener esperanza” e indicó que respalda “los estudios bien controlados que lleven a entender mejor la enfermedad y el desarrollo de tratamientos seguros y eficaces”.
Deberían saber que Charlotte sigue bien. Cuando la vi en las vacaciones, corrió y me abrazó. Me miró a los ojos, me tomó de la mano y me condujo por todas partes para que conociera a sus amigos. Es una niña encantadora, feliz y ahora está sana.
Sé que la discusión de este tema recibirá críticas. Yo las he recibido. Pero me siento más responsable que nunca de asegurarme de que esas discusiones acaloradas también están bien fundadas en la ciencia.
Además, espero que tengan la oportunidad de ver el documental el 11 de marzo a las 21 horas, tiempo de la Ciudad de México.
Por Sanjay Gupta. Fuente CNN