“Cerca, Rosario siempre estuvo cerca”. La canción del compositor argentino Fito Páez inmortalizó a la ciudad en la que nació, no sólo él, sino también el Che Guevara, entre otros. Hoy la letra puede cambiar su sentido ya que ocho de cada diez jóvenes se mostraron a favor de la legalización del autocultivo de cannabis con fines medicinales en un relevamiento realizado a 400 personas, de entre 18 y 35 años. La normalización es la que está “cerca”.
El estudio lo hizo en septiembre pasado la Asociación Civil Miradas (hacia una nueva política de drogas) que aboga por hacer a un lado “el eje histórico de las políticas represivas, por un cambio de paradigma que ponga el centro en el sujeto usuario de drogas, buscando soluciones a través de abordajes psico-socio-sanitarios, socio-culturales y económicos a mediano y largo plazo”.
También en septiembre, 16. La sentencia, además, impulsa el desarrollo de un trabajo conjunto y articulado con profesionales de la salud y la universidad pública para realizar la producción y los testeos de los aceites. Sin embargo, la semana pasada, la Secretaría de Salud de la Nación apeló la decisión judicial.
El panorama en Argentina parece asimilarse al de Estados Unidos, o sea, una estructura federal que sigue avalando la fallida guerra contra las drogas y Estados que comienzan a ver la marihuana con otros ojos. Son regiones que tienen ante sus ojos la evidencia de la eficacia del aceite medicinal, el enorme potencial industrial del cáñamo y una posibilidad de negocios incalculable con el cannabis recreativo. Y en el caso de Santa Fe (donde queda Rosario) en particular, una tierra amenazada por el crimen organizado que se erige en torno al narcotráfico, una pacífica solución a los consumos problemáticos que devienen en violencia.
El Instituto de Tecnología Agropecuaria de la provincia, anunció hace un mes que evalúa pedir un permiso al Estado para que habilite un cultivo destinado a tratamientos terapéuticos. “No es necesario destinar 11 hectáreas para los fines de investigación y posible producción. Necesitamos saber qué semilla tenemos para conocer el perfil genético y ahorrar un paso a los investigadores de Conicet”, dijo José Luis Spontón, director del INTA local.
“Está más que claro que impedir el autocultivo para fines medicinales sólo perjudica a las madres, empujándolas a la clandestinidad, mientras que beneficia a los laboratorios, que siguen imponiendo la medicación tradicional; y ya se ha demostrado muchas veces que no produce mejorías en los pacientes. No se entiende por qué se impide que una madre pueda elaborar la medicina que su hijo o hija necesita, más aún cuando las mejoras son tan evidentes”, subrayó el referente de Miradas, el ex diputado nacional Fabián Peralta, al diario local La Capital.
“El gobierno nacional se vio obligado a promulgar la ley por el inmenso trabajo de las madres, pero no hubo una cabal intención de dar respuesta a los planteos que ellas formulaban”, concluyó Peralta, en relación con la ley votada por el Congreso de Argentina en abril de 2017.
Por Rama