El 77% de los encuestados indicó que lo usa para mitigar el dolor. La investigación fue realizada entre los pacientes de un hospital tucumano.
El diario Perfil da cuenta de un estudio realizado en el hospital Centro de Salud de la capital tucumana, entre 452 personas mayores de 18 años.
La pesquisa reveló que nueve de cada 10 pacientes oncológicos consumen cannabis medicinal sin prescripción médica, y aseguran haber experimentado mejoría y lo recomiendan.
El relevamiento estadístico realizado por un equipo de investigadores médicos se realizó a mediados del año pasado en el servicio de oncología del Hospital Centro de Salud Zenón Santillán que fue presentado la semana pasada durante un encuentro de la Asociación Argentina de Oncología Clínica (AAOC) en Buenos Aires
Este estudio revela que el 94% de los pacientes que consumen aceite de cannabis lo hace sin indicación médica, y el 81% accedió a través de vendedores particulares que lo proveen envases sin rotular, lo que es motivo de “preocupación” para los especialistas.
La encuesta
La encuesta, anónima y voluntaria, se realizó entre 452 pacientes mayores de 18 años asistidos en el servicio de oncología.
La investigación mostró que el 77% consumió el producto para tratar el dolor, el 38,4% para combatir las náuseas o vómitos, el 30,7% para paliar la pérdida del apetito y el 7,7% para la debilidad muscular; tras lo cual el 92,3% aseguró haber sentido una mejoría total (15,4%) o parcial (77%).
Sin embargo, el jefe del servicio de Oncología del Hospital y uno de los responsables de la investigación, José Zarba sostuvo que “asumir que la mejoría fue por el cannabis es difícil porque hay que tener en cuenta el efecto placebo, por un lado, y que el 84,6% recibían además algún otro tratamiento para el mismo síntoma”.
Reconoció que “se considera probada la eficacia del aceite de cannabis en el tratamiento de la epilepsia refractaria y que hay cierta evidencia (científica) de utilidad también para el manejo del dolor”, pero advirtió que hay un “déficit importante de capacitación médica” y que “sería prudente esperar su correcta producción y más evidencia para su adecuado uso” en oncología.
Tres grupos
En diálogo con Télam, Zarba explicó que “observamos tres grupos entre los pacientes”, para cada uno de los cuales los “riesgos” o eventuales beneficios que representa el aceite de cannabis son diferentes.
“El primer grupo es el de los curados: los que se operaron, están con remisión de la enfermedad o no tienen síntomas, y sólo están haciendo tratamiento preventivo o en control”, contó.
El médico cuestionó el uso del producto en este tipo de pacientes dado que “no hay evidencia de poder terapéutico” y lo que sí está demostrado es que “produce el alivio a dolores, náuseas y anorexia” que este grupo ya no experimenta.
“No se entiende para qué lo toman, siendo que se desconocen los efectos secundarios”, dijo este especialista que además es profesor adjunto de Oncología en la Universidad Nacional de Tucumán, cuyo departamento de Estadísticas tuvo a cargo el procesamiento de los datos.
El segundo grupo está conformado por personas que “están recibiendo tratamiento activo de la enfermedad”. “Ahí tenemos la preocupación de que no sabemos cómo interactúa con esas medicaciones dado que el cannabis tiene un metabolismo hepático y algunas drogas de la quimioterapia, la inmunoterapia o las terapias de blanco terapéutico también se metabolizan a ese nivel, lo que puede hacer más tóxico el medicamento o el cannabis, o disminuir la eficacia farmacológica”, contó.
En tercer lugar, están “los pacientes con enfermedad avanzada, en situación de cuidados paliativos” donde “uno justificaría más su uso, aunque no haya datos sólidos, mejorar la calidad de vida siempre es nuestra preocupación”. No obstante, casi el 6% de las personas que consumen aceite de cannabis pertenece al primer grupo y sólo el 15.41% está en un estadio de “cuidados paliativos estrictos”.
Muy solicitado
“Los pacientes lo piden mucho y nosotros no lo prescribimos, pero en determinadas circunstancias habilitamos su uso cuando consultan”, dijo.
Además de la falta de evidencia científica para estas aplicaciones en particular, “la otra barrera para que los médicos nos sintamos cómodos para prescribirlo, es el deficiente control de calidad”, agregó Zarba.