Siempre que llega la temporada de cultivo en exterior, llegan también las plagas. Y conocer una plaga ayudará a identificar los primeros ataques y tomar las medidas adecuadas. Nuestro post de hoy lo dedicaremos a la mosca blanca, un insecto volador de generalmente de color blanco o blanco amarillento, de ahí su nombre. Sus alas le permiten recorrer largas distancias, lo que en condiciones favorables hace que lleguen a infestar cultivos enteros a diferencia de otras plagas que pueden atacar una planta y no a otras cercanas.
La mosca blanca es un pequeño insecto de apenas 1-1,5 milímetros en estado adulto. Poseen dos pares de alas de color blanco, tres pares de patas y su cuerpo es de un color amarillento. También tienen un aparato bucal picador-chupador que les sirve para succionar la savia de las plantas y luego introducir la saliva que puede ser portadora de virus. Como un efecto secundario, la secreción azucarada que producen permite la proliferación de diferentes hongos como la negrilla.
Su ciclo biológico depende principalmente de la temperatura. Generalmente las hembras viven más que los machos. La longevidad de los machos puede variar desde los 6 hasta 34 días, mientras que las hembras viven un promedio de 14 a 55 días en temperaturas que varían de 13 °C a 26 °C. Las hembras depositan los huevos en el envés de las hojas. Éstos tienen una forma oval y en ocasiones piramidal. Gracias a un aparato llamado pedicelo, las hembras pueden cortar el tejido vegetal y empujar los huevos en su lugar, lo que les permite sobrevivir a la deshidratación y les proporciona nutrimentos durante su desarrollo.
Algo curioso en la mosca blanca es que las hembras fecundadas producen una progenie tanto de machos como de hembras, mientras que las no fecundadas sólo producen hembras. Cada una de ellas hacen puestas de hasta 500 huevos al mes, por lo que es una plaga que se multiplica con gran rapidez. Con la llegada del otoño y el descenso de las temperaturas, desaparecen hasta la primavera del siguiente año.
Detección y tratamiento
Pequeños puntitos circulares en alguna hoja nos suelen alertar de su presencia. Es muy complicado llegar a verlas, ya que al mínimo movimiento comenzarán a volar buscando refugio. Estas marcas son bastante particulares y se diferencian de otras como las de araña roja o trips además de en su tamaño, mayor los de la mosca blanca, en la perfección del círculo con un punto más oscuro en su centro. A medida que la plaga avanza, más y más hojas mostrarán estas marcas, además de que comenzará a aparecer la típica negrilla producida por sus excreciones.
En cambio, no es una de las plagas más complicadas de combatir. Como siempre las revisiones periódicas permitirán detectar los primeros ataques y tomar medidas tempranas. De todos modos, usando preventivos desde el inicio del cultivo como el aceite de neem, bastará para mantener alejada al menos a la mosca blanca. En caso de tener que usar algún insecticida, la tierra de diatomeas es muy eficaz tanto como para adultos, como para los huevos. Además es un producto natural y eficaz contra muchas otras plagas, incluidas las de suelo, a la vez que aporta nutrientes como el silicio.