Por Alberto Gayo.
España es marihuanera –costera lo ha sido siempre– y el que no lo quiera ver es que está ciego. Bajarse al moro, el Fary y su mandanga, la cercanía de Ketama, “el que no esté colocado, que se coloque”, un que rule por aquí, una grow-shop por allá, las plantas en los balcones, los clubs de la maría bilbaínos, las plantaciones de la sierra madrileña, el alcalde y su plan anticrisis a base de sembrar cannabis… la tradición mariana puede confundir al más pintado. Y no es cuestión de fumetas. Los científicos españoles que investigan la potencialidad terapeútica de la marihuana o sus efectos en el sistema nervioso se cuentan entre los más prestigiosos del mundo –Manuel Guzmán o Koldo Callado son una muestra–.
Solo nos faltaba un detallito: la pinacoteca. Recuerdo cuando hace casi dos décadas viajé a Australia y acabé, no sé como, en una pequeña localidad de Nueva Gales del Sur. Su nombre, Nimbin. Conservo solo destellos. Había calles coloreadas, rastafaris blancos octogenarios, turistas del green y… un pequeño museo construido a modo de gruta laberíntica. Confortable, lo que se dice confortable, no era.
Pues bien. Como aquí parecemos todos de Bilbao, me han contado que el próximo 11 de mayo se abrirá en Barcelona el Hemp Museum Gallery (Galería Museo del Cáñamo). Y no en cualquier local underground. El Palau Mornau, un edificio del siglo XVI remodelado por el arquitecto modernista Manuel Joaquín Raspall Mayol en 1908, será la sede española del Hash Marihuana & Hemp Museum de Amsterdam, el ojito derecho de Ben Dronkers, empresario más que solvente gracias a dirigir una de las mayores procesadoras de cáñamo industrial de Europa y creador de Sensi Seeds, el banco de semillas de cannabis más potente del mundo. Hace nueve años descubrió el palacio barcelonés y se encaprichó. Sabe del potencial ibérico. En el museo se podrán admirar algunas de las más de 6.000 piezas que ha ido recopilando Dronkers, desde pinturas y grabados que representan el uso del cannabis a lo largo de la historia, herramientas usadas para transformar el cáñamo en cuerda, papel y tejido, botellas de cannabis medicinal del siglo XIX, etc…
Parece que Martín Barriuso, activista pro legalización y fundador de uno de los primeros clubs cannábicos en España, estará al frente del Museo del Cáñamo barcelonés, “que abre con la intención de informar y acercar a los visitantes sobre el pasado, presente y futuro de esta planta como fuente versátil para fines industriales, nutricionales, medicinales, sacramentales y recreativos”, cuentan sus responsables. Un par de días antes de la inauguración se entregarán en el Palau Mornau los Cannabis Culture Awards 2012, premios creados en 2004 para distinguir a personas u organizaciones que promueven a nivel internacional “la aceptación del cannabis en todas sus formas y la reintroducción de la marihuana medicinal y el cáñamo industrial en la sociedad actual”. Por la ciudad condal pasarán Richard Branson (fundador de Virgin Group) como miembro de The Global Comission On Drug Policy –organización que busca un debate a fondo sobre las drogas tras constatar que la vía policial y militar ha fracasado y en la que participan Kofi Annan, Mario Vargas Llosa, Javier Solana o ex presidentes latinoamericanos como César Gaviria, Ernesto Zedillo o Fernando Henrique Cardoso, entre otros–; Fernanda dela Figuera, cultivadora de cannabis desde 1973 y experta legal tras ser absuelta por cultivo en 1995; o el holandés Frederick Polak, psiquiatra y responsables entre 1994 y 2003 del Departamento de Drogas del Servicio Público de Salud en Amsterdam.
¿Y adivinen quién hará de maestro de ceremonias en todo este tinglado? Pues sí, Bernat Pellisa, el alcalde de Rasquera (Tarragona), que logró que el 56 por ciento de sus vecinos votaran a favor de un plan de choque anticrisis que incluía la plantación de marihuana en terreno municipal.
Llega el circo cannábico, piensa en verde
Por Alberto Gayo.
Fuente Responsablelaempresaanunciadora
