El editorial del lunes pasado del periódico capitalino La Razón debería dar pie a una discusión nacional sobre la legalización o no de la marihuana:
Aquí nos matamos para evitar que la yerba llegue a Estados Unidos. Gastamos una millonada en armamento, aeronaves, controles carreteros e inteligencia para impedir que pase marihuana al norte. Y allá la siembran, la venden, la presumen y la consumen. Ya basta, ¿no?
No hay que temer a la discusión y debemos exigirnos primero a nosotros mismos, no a otros, como el vicecoordinador del PAN en el Senado, Alejandro Zapata:
“Es hora de reclamar a Estados Unidos porque, aunque argumenta que la venta de marihuana es con fines medicinales, es inadmisible que se haga de la vista gorda y deje que cualquiera la compre”.
Pero la de Zapata es una posición. Veamos las dos más persistentes.
La primera, a favor:
–El “uso medicinal” es la manera correcta encontrada por Estados Unidos para controlar un negocio supermillonario del que hoy solo se beneficia la delincuencia. Segúnla Casa Blanca, el 60 por ciento del ingreso de los cárteles mexicanos proviene de la marihuana.
–Alemania, Holanda y Portugal no desean que Washington se coma solo el pastel, y pidieron ala ONUuna convención para revisar la prohibición de la marihuana.
–México debería sumarse y encontraría una salida políticamente correcta al tema e incentivaría un debate nacional como parte de un acuerdo internacional amparado por Naciones Unidas. En todo caso, le será cada vez más difícil mantener invariable su actual política antidroga.
–Las prohibiciones no suelen ser solución. Por ejemplo, la prohibición del alcohol en Estados Unidos (1919-33) aumentó el consumo y provocó que fueran 45 mil nuevos presos a las cárceles y surgieran los más grandes gangsteres, como Al Capone, John Dillinger o El Gusano Siege.
La segunda, en contra:
–Tras la legalización, el narco continuará el negocio de manera más agresiva, pues a sus competidores tradicionales se sumará otro más poderoso, el Estado.
–Tampoco es totalmente cierto que la legalización resolvió el problema en otros países, como Holanda, donde socialistas y liberales buscan que el Ministerio de Salud dicte normas más estrictas.
–“Empezamos tolerando narcosalas para jóvenes y los criminales se adueñaron de ellas. Ahora prácticamente toleramos la organización de redes criminales”, asegura Rob Hessink, ex jefe de policía de Rotterdam.
–En Suiza, tras un experimento de tolerancia en un parque público, los precios bajaron, por no estar perseguido el tráfico, pero la droga se masificó y los adictos encontraron más facilidades.
¿A favor o en contra? Toda respuesta será apresurada sin un debate que no puede tardar.
Porque, en este tema, llevamos demasiado tiempo con la cabeza metida bajo el ala.
Fuente ElArsenal