Colombia.- Las cifras muestran que los cultivos ilícitos se disminuyen en Colombia, pero crecen en los países vecinos. Una guerra así esta llamada a fracasar; las mafias sólo se trasladan.
La economía colombiana ha vivido tergiversada por la mafia. El dinero ilegal penetra la sociedad y se convierte a través de las empresas de lavado en un mecanismo para camuflar, gastar y disfrutar esos recursos. La distorsión en el agregado puede resultar positiva, pues la economía se ve más robusta y el comercio más prospero; sin embargo, aquello tiene efectos devastadores para la estructura social. Esos recursos se utilizan para corromper las instituciones públicas y privadas; destruyen los valores sociales y pronto los mafiosos se convierten en notorias figuras, con poderes ilimitados. Quienes trabajan notan que hay otros que no lo hacen, y tienen mayores ingresos; aquello pervierte el valor del trabajo y termina por reforzar el deseo de tenerlo todo con poco esfuerzo.
La incidencia de los cultivos ilícitos en la economía es muy difícil de medir, pero el Dane a través de un enclave que simula el país mafioso, calcula el valor de esa economía y su incidencia en la nuestra. El informe muestra que desde el 2002 se ha venido disminuyendo; pasó de ser el 1,7% del PIB en el2000 aser el 0,4% en el 2010. El informe también muestra que los beneficios que reciben los productores en el campo caen, en tanto se fortalecen los ingresos de la industrial; en el 2000 la fase agrícola era casi equivalente a la fase industrial:1.785 milesde millones en la fase agrícola frente a2.489 milesde millones en la industrial; en el 2010 aquello pasó a671 milesde millones en la fase agrícola y1.414 milesde millones en la industrial; es decir menos de la mitad.
La reducción del porcentaje de participación de los cultivos ilícitos en la economía nacional es una buena noticia para el país. Pone de presente que los sistemas de fumigación y erradicación manual han dado resultados; Colombia pasó de tener 160 mil hectáreas en el2000 atener 62 mil en el 2010. Ahora bien, el crecimiento de los cultivos en los países vecinos demuestra –una vez más- que las mafias no se acaban, sólo se trasladan. Perú que tenía43.400 hectáreasen el 2000, ahora tiene ahora 61.200, y Bolivia pasó de14.600 a30.900. Es así como los esfuerzos para desterrar la droga del territorio nacional se convierten en una amenaza para los países de la región;. si no compiten con el mismo ritmo de control, terminan inundados por plantaciones de coca, amapola y algo de marihuana. Los cultivos se mueven, pues siempre hay países pobres que van a suplir la demanda que se paga en efectivo.
La guerra contra las drogas así planteada está llamada a fracasar. Se trata de esfuerzos nacionales individuales, y el éxito de un país, es la ruina de otro. La manera de combatir las drogas tiene que cambiar. Es el momento de legalizar el cultivo y comercialización. Sin embargo, los gobiernos latinoamericanos deben tener cuidado en el asunto; se ventila en EE.UU. la posibilidad de legalizar sólo la marihuana. Aquella sugerencia fue también acogida porla Comisión Globalde Política de
Drogas, pero dejando de lado el hecho de que los países en vía de desarrollo somos productores de coca, en especial, amapola y muy poca marihuana. Esta es producida en los países desarrollados, que hoy en día proveen casi todo su mercado con producciones hidropónicas. La legalización tiene que ser benéfica también para los países en desarrollo, que somos –al fin y al cabo- quienes damos esta guerra a nombre de la moralidad de los países desarrollados; somos nosotros quienes ponemos los muertos, soportamos la corrupción y vemos como se destruyen las selvas y los ríos con precursores químicos, deforestación e incendios necesarios para esa producción.
Fuente ElEspectador
