Por Jose María Escorihuela Sanz.-
Hace más de 20 años se derrumbó, para regocijo de muchos amantes de la libertad, un muro que ocultó las vergüenzas del gobierno de la República Democrática Alemana durante más de dos décadas, a saber: el Muro de Berlín. Del mismo modo que el “muro de la vergüenza” berlinés, como también fué conocido, tapó los excesos de un Estado opresor del que, en no pocas ocasiones, intentaron huir sus propios ciudadanos (pagando incluso con sus vidas el peaje del exilio), hoy millones de usuarios de drogas son oprimidos e invisibilizados por una opción política lamentable que se ha cobrado miles y miles de muertos en su intento de aplicación y que, para más inri, crea unos incentivos que empujan a los consumidores a maximizar sus riesgos sanitarios obviando el derecho a la salud del que, como seres humanos, también deberían disfrutar, pues les obliga a realizar un consumo clandestino, antihigiénico y sin supervisión. Estoy hablando, como no, de la prohibición de las drogas.
Cuando estudiamos qué opción política es la idónea para abordar un determinado problema, a veces caemos en el error de olvidar que la Ley tiene un poder limitado que, en sus consecuencias no deseadas, puede llegar a fomentar comportamientos contraproducentes. Y es que, cuando bajamos a la realidad y nos enfocamos en la prohibición de las drogas, es imposible no ver tales reveses, pues llevamos arrastrando, desde hace décadas, un marco legislativo que no sólo no ha conseguido eliminar estas sustancias de nuestras vidas, sino que, además, ha generado en un sinfín de prácticas insalubles en el consumo e incentivado la aparición de sustancias cada vez más potentes y peligrosas.
¿Cómo permitimos que se aborde un claro problema de salud pública mediante una banal prohibición que genera tantos peligros?
Los activistas cannábicos, o de cualquier otra droga en general, debemos dejar de agachar la cabeza cuando se nos recuerde los riesgos sanitarios a los que se expone el consumidor de dicha droga y pasar al ataque. Ustedes, señores que tapan los problemas sanitarios que supuestamente denuncian marginalizando con la prohibición a los consumidores, son los verdaderos responsables de las catástrofes que puedan estar sucediendo, y nosotros, los defensores de un marco legal mucho más inclusivo y tolerante, somos los que de verdad podemos conseguir empoderar a la sociedad con herramientas para que pueda librarse de los riesgos que, efectivamente, tienen las drogas.
Contra una prohibición que sólo ha construido un telón que oculta la vergüenzas de una sociedad empujada a la insalubridad más incierta, apostemos por la libertad y la responsabilidad.
Libertad y buenos humos
Por Jose María Escorihuela Sanz. @JmEscorihuela
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