País agrícola-ganadero, tercer productor de soja en América del Sur, Paraguay es también la nación sudamericana con mayor producción de marihuana, con unas 8000 hectáreas de cultivos ilegales de marihuana, según Luis Rojas, titular de la Secretaría Antidrogas. De hecho, es uno de los principales productores mundiales: Afganistán, considerado el mayor productor junto con Marruecos, tiene 10 mil hectáreas cultivadas, indicó un informe de las Naciones Unidas del 2014.
Pero la producción paraguaya, que ayuda a satisfacer la demanda de consumidores de Brasil, Argentina, Chile y Uruguay, va en aumento, señalaron las autoridades.
Según Tiempo Argentino, dado que son operaciones clandestinas, es difícil compilar estadísticas. Rojas, no obstante, dijo que “en 2013 destruimos grandes plantaciones de la hierba en el interior de los bosques de los departamentos de Amambay, Canindeyú, Alto Paraná y otras zonas del país, causando pérdidas a los narcotraficantes por unos 800 millones de dólares. Pero la producción continúa avanzando”.
El vocero de la Secretaría, Francisco Ayala, declaró que la producción anual sería de unas 60 mil toneladas, de acuerdo con los estimados de 2012.
“Los campesinos pobres prefieren dedicarse a la marihuana antes que a sembrar otros rubros agrícolas”, declaró José Martínez, alcalde municipal del pueblo Villa Ygatimí, a unos 500 kilómetros al noreste de Asunción, en el corazón de la selva de Canindeyú.
“El 80% de los casi 20 mil pobladores pobres de Villa Ygatimí se dedica al cultivo de cannabis porque se cosecha tres veces al año; las semillas son obsequiadas por los narcos, las plantitas crecen solas, sin muchos cuidados, y la compra está asegurada”, explicó en entrevista con la agencia AP.
Y como Villa Ygatimí, existen decenas de aldeas dedicadas la producción ilegal de cannabis. Son tierras selváticas fértiles y aisladas, difíciles de detectar, muchas de ellas en departamentos del norte fronterizos con los estados brasileños de Mato Grosso do Sul y Paraná, donde casi no hay control.
Las autoridades dicen que combaten este cultivo ilegal apelando a satélites para divisar plantaciones clandestinas, pero no dan abasto. La Secretaría Antidrogas sólo cuenta con 231 agentes.
El área de cultivo se concentra en la selva, entre 400 y 600 kilómetros al noreste de Asunción, incluyendo reservas forestales y el hábitat de los indígenas de las etnias Aché y Avá Guaraní, indefensos ante los narcos.
Rojas comentó que “cultivar la hierba es el sueño del individuo haragán porque los narcos le pagan unos 10 dólares por día para cuidar las plantaciones creciendo sanas en una tierra muy fértil y la persona encargada del secado y prensado de las hojas recibe 60 dólares por día.” Son sumas tentadoras en esas zonas rurales donde un campesino cobra unos ocho dólares diarios por labrar la tierra para otros.
“La marihuana dejó de ser un rubro de subsistencia para convertirse en una cuasi industria”, expresó Rojas.
Pero Martínez tiene otro punto de vista: “No se trata de discutir la conducta de personas ociosas o trabajadoras. El Estado olvidó al trabajador rural. Aquí se cultivó con entusiasmo el sésamo y fue exportado al Japón, pero las autoridades sanitarias de ese país lanzaron al mar la producción paraguaya porque supuestamente tenía una contaminación del 0,002% y ellas aceptan un nivel del 0,001%. En esas condiciones, mejor es la marihuana.”
“Otros rubros agrícolas no son rentables por los bajos precios”, acotó.
Es imposible calcular con exactitud el dinero que genera esta industria “porque cada campesino vende su producto de acuerdo con sus necesidades del momento”, sostuvo Ayala. “Puede que lo venda al acopiador a 30 dólares por kilo, o menos, o más. El acopiador vende de nuevo a otro que puede llegar a 2000 dólares el kilo y este a los distribuidores, generalmente para el mercado brasileño. El cultivador es el que menos gana.”