Denunciamos nuevamente el fracaso de la actual ley de drogas 23.737 y la perspectiva penalizadora en relación al consumo de sustancias psicoactivas.
Hemos sufrido en nuestra ciudad y nuestra provincia una serie de hechos delictivos vinculados al narcotráfico y que tienen como núcleo el apartamiento del ex jefe de la policía de la provincia, Hugo Tognolli, hecho de máxima gravedad institucional que todavía no se ha resuelto. La masacre de Villa Moreno, los saqueos vinculados a bandas narco, el asesinato de la trabajadora social vinculada al FAP Mercedes Delgado en un cruce entre bandas rivales y el atentado contra los militantes del Movimiento Evita encuadran una realidad local donde la policía está sin control político e integra una sociedad anónima criminal en el seno del Estado regenteando el tráfico de drogas y otros negocios ilícitos.
Como AREC denunció previamente, la policía no actúa sola, sectores corruptos del poder judicial y ejecutivo conforman organizaciones que utilizan la estructura estatal para realizar sus crímenes, constituyéndose en un verdadero Terrorismo de Estado. Las organizaciones criminales están completadas por empresarios, empresas de seguridad privada, transporte, profesionales liberales y otras instituciones y personalidades de la sociedad civil.
Como resultado de la nefasta provincialización de los delitos sobre drogas propiciado por el gobernador, en Córdoba hace días se detuvo a un joven por tener 7 minúsculas plantas de marihuana. El sábado a la madrugada la policía detuvo, por unos gramos de marihuana, a Mike Bifari, amigo entrañable, primer militante cannabico argentino y luchador incansable por los derechos humanos. Repudiamos profundamente su detención e invitamos a la sociedad a reflexionar si queremos que el dinero de nuestros impuestos se desperdicie persiguiendo ciudadanos que luchan contra el narcotráfico cultivando para su autoconsumo. Todos los responsables de estos gastos merecerían un juicio político por malversación de fondos públicos.
También localmente, denunciamos a estas organizaciones criminales que anidan y se apoyan en el andamiaje de este Estado Kafkiano, que organiza de forma espuria la venta de drogas y no tolera competencia. Y el poder político torpemente se olvida de los barrios, no sabe lo que pasa en ellos, que no se mete, que no presiona para ir hasta el fondo con los responsables de estos crímenes. Y el narcotráfico –esa organización ubicua para-estatal/civil- ocupa los lugares donde el Estado no llega. ¿Por que el ejecutivo no sale a mostrar gestos y acciones mas firmes en función de lograr que el poder judicial y la policía santafesina aclaren todos estos hechos lamentables?
Una nueva perspectiva en políticas de drogas viene siendo objeto de debate en el mundo. La despenalización no puede hacerse esperar más tiempo, responsabilidad urgente tanto del oficialismo como de la oposición. Pero la despenalización ya no alcanza, es indispensable avanzar con la REGULACIÓN ESTATAL DE LAS SUSTANCIAS PSICOACTIVAS HOY ILEGALES, empezando por el cannabis.
Desde AREC hemos participado de forma activa en el proceso Uruguayo de debate por la regulación asistiendo en calidad de asesores a mesas de trabajo de la Junta Nacional de Drogas del Gobierno de Uruguay. Esa perspectiva es la que puede generar un marco racional para las políticas de drogas. Regular las drogas no significa aceptar que sea bueno consumirlas, sino que la prohibición ha fracasado rotundamente en el objetivo de disminuir el consumo y el tráfico, generando enormes ganancias para organizaciones criminales de diversa extensión, complejidad y penetración en instituciones públicas y privadas.
Invitamos a reflexionar, de como la prohibición del alcohol potenció los daños orgánicos con adulteraciones y sumó los daños sociales de la generación de las organizaciones criminales más poderosas de la época.
Con máxima actualidad escribía en 1994 Antonio Escohotado:
“El prohibicionismo en materia de drogas es -cada vez más- un remedio que agrava el mal en lugar de evitarlo; su vigencia sostiene imperios criminales, corrupción, envenenamiento con sucedáneos y meros venenos, hipocresía, marginación, falsa conciencia, suspensión de las garantías inherentes a un Estado de Derecho, histeria de masas, sistemática desinformación y -cómo no- un mercado negro en perpetuo crecimiento. Los millones de personas que mueren o son encarceladas, chantajeadas y expropiadas cada año en el mundo, y los muchos millones más expuestos cada día a semejante suerte no son un argumento pequeño; súmese a ello la atrocidad de que mueran o yazcan retorcidos por dolores perfectamente remediables un número todavía superior de personas y tendremos un cuadro realista de la situación.
Pero el cambio de esta pesadilla, la ley vigente, no sólo promete evitar de inmediato muchas cosas indeseables como la sobredosis accidental o involuntaria-, sino promover algunas deseables, empezando por la moderación misma. Aunque parezca imposible un mundo sin drogas, hay quien piensa que sería lo idóneo; tiene demasiado cerca la ganda prohibicionista para observar que las sustancias psicoactivas no se inventaron para hundir al ser humano, esclavizándole y mutilando su dotación orgánica, sino para ayudarle a sobrellevar desafíos vitales, mejorando su autocontrol y, en definitiva, su libertad y su dignidad personal.
(…) La cruzada contra las drogas ha tenido y tiene el mismo efecto que la cruzada contra las brujas: exacerbar hasta extremos inauditos un supuesto mal, justificando el sádico exterminio y el expolio de innumerables personas, así como el enriquecimiento de inquisidores corruptos y un próspero mercado negro de lo prohibido, que en el siglo XVI era de ungüentos brujeriles y hoy es de heroína o cocaína. No quebrantaremos el círculo vicioso de la cruzada sin sustituir las pautas de barbarie oscurantista por un principio de ilustración. Las drogas son cosas que siempre estuvieron entre nosotros, que siguen estándolo y que van a continuar así. Dado el clima de alarmismo contraproducente, donde para los jóvenes usar lo ilícito es en parte rito de pasaje hacia la madurez y en parte coartada que sugiere declararse irresponsable, nuestra alternativa es excitar un consumo irracional de productos adulterados, o apoyar un uso informado de sustancias puras.
Demonizar las drogas sólo nos ha hecho más inermes, más crueles para con nuestros semejantes y más idiotas en sentido original, ya que idiotez nombra en griego clásico a quien delega indefinidamente en otros la gestión de aquello común, y por tanto suyo. No ya nuestra salud sino la de nuestros hijos y nietos pende de que recobremos su empleo como reto ético y estético personal -atendiendo a la aventura de libertad y saber allí subyacente-, sin desoír su valor como lenitivo mejor o peor para partes difíciles del vivir y vidas amargas. A mi juicio, sólo así podrán renacer en este campo un sentido crítico y una mesura dignos de su nombre, que fueron regla antes del experimento prohibicionista.”
* La opinión vertida en este artículo no necesariamente expresa la de los otros integrantes de la Comisión Directiva de AREC o sus socios-
**Secretario de AREC. Lic. en Kinesiología y Fisiatría, Jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Farmacología y Auxiliar Docente en la Unidad Pedagógica ILAR Adultos, Facultad de Kinesiología y fisiatría UNSAM/ IUGR. Autor de la tesina de grado, “Cannabinoides y síntomas neurológicos: ¿La pieza faltante en la farmacología clínica?”. Disertante en representación de AREC en la primera y segunda Audiencias Públicas sobre Políticas de Drogas de la Cámara de Diputados de la Nación (2011/ 2012) y Asesor de la Junta Nacional de Drogas del Gobierno de la República de Uruguay. Disertante en el Post Grado de Rehabilitación y Fisioterapia de la Facultad de Medicina de la UNR, Congreso de Salud Mental de las Madres de Plaza de Mayo y otros. Autor de numerosos artículos de divulgación científica sobre políticas de drogas, derechos humanos y uso terapéutico de la marihuana y los cannabinoides
Publicado por P. A. Ascolani
Fuente Cannabis Medicinal Argentina