Cuando creemos que hemos visto todo, surge algo que capta nuestra atención. Como la First Church of Cannabis, en Indianápolis, Indiana, EEUU, que no es otra cosa que la Primera Iglesia de la Marihuana en la que hay al frente un “podio de la vida” para que los feligreses puedan compartir las lecciones aprendidas en una de siete categorías –una para cada día de la semana: vive, ama, ríe, aprende, crea, crece y enseña. No se recurrirá a viejos libros porque Bill Levin, su iniciador, siempre tuvo problemas para relacionar los eventos narrados en ellos con lo que sucede en el diario vivir.
Al igual que otros, Levin está aprovechando la liberalidad de preceptos para iniciar cualquier grupo religioso, y según él, su iglesia está enseñando las mismas cosas que Jesucristo y otros buenos rabís judíos, pero sin la carga de libros mágicos. En su iglesia no hay ni culpa ni pecado, y para ello se retiraron los Diez Mandamientos y en vez de ello la iglesia ofrece la Docena de la Deidad, que no son mandamientos sino simples sugerencias, por ejemplo: “no empieces peleas, sólo termínalas”, o “ríe a menudo, comparte el buen humor. Diviértete en la vida, sé positivo”. Una más: “Cannabis, la planta sanadora, es nuestro sacramento”.
Al ser solamente sugerencias y no mandatos las que rigen al grupo, si alguien no las cumpliera no se sentirá culpable, pues en esta iglesia todo mundo es bienvenido siempre y cuando celebre el amor en su corazón, no hay culpabilidad ni pecado. Además del amor, el énfasis está en ser sincero con Dios, consigo mismo y en promover los beneficios saludables de la marihuana en el servicio de adoración pues: “La marihuana”, dice Bill Levin, “Es un generador de amor”. Otras religiones en Estados Unidos ya utilizan marihuana con fines ceremoniales o espirituales y tratan de encontrar algún versículo de la Biblia que les dé base para su uso.
Entre las peculiaridades de la iglesia del estado de Indiana que inició actividades en marzo del 2015, está la de reunirse no los domingos –para no quitarle negocio a los otros, dice riendo Levin– sino la de celebrar los cultos en miércoles. Está por verse cuál será el fin de esta iglesia, pues sin un estricto código para guiarse no habrá una normatividad para que las cosas no salgan de control. Pero habiendo tal liberalidad de criterios y pudiéndose tomar la Docena de la Deidad como simples sugerencias que igual se pueden descartar, nadie debería sentirse ofendido con la primera de ellas que dice: “No seas ojete, trata a todos con amor como si fueran iguales (a ti)”. Por Emmanuel