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La hora del cannabis

6 July, 2013, 19:00 PM
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imagen-cannabisPerú.- Cuatro fumadores de marihuana hablan sobre el estigma social y la propuesta de legalizar esta droga, mientras que un farmacólogo explica el daño que su consumo provoca en el cerebro de los adolescentes.

Texto: Juana Gallegos

Fotografía: Miguel Mejía y Laura Gamero

“Antes de publicar la nota, me la envías por correo electrónico”. La mujer de Baldomero Cáceres, la señora Liliana, hace esta advertencia antes de salir de su casa en Miraflores. Minutos antes, su marido hablaba de los beneficios medicinales de la marihuana. Hombre de 80 años, psicólogo social, un máster en la Universidad de Stanford en EEUU, investigador empedernido de la hoja de coca, Baldomero Cáceres recuerda haber compartido un porro con Antauro Humala en una manifestación y haberle confesado a Evo Morales en un viaje de avión que era un aficionado del cannabis. Aunque el presidente de Bolivia no le aceptó el porro siguió siendo su amigo.

Baldomero se levanta temprano, arma un “fino” de marihuana a medida, da una pitada y empieza el día acompañándolo con un cigarrillo o una taza café. Esta ha sido su rutina desde los 40 años y considera que no ha tenido una vida menos exitosa que la de sus amigos, ni ha sido un dependiente de la droga como presume la mayoría sobre los fumadores de hierba.

Tiene una esposa, dos hijos, una vida establecida con límites muy claros: sólo consume marihuana y chaccha hoja de coca. Alguna vez rechazó una invitación a un tour de drogas en Holanda porque se repartirían drogas sintéticas como la cocaína, a la que nunca más volvió después de la primera vez: “La cocaína me hizo sentir demasiado: demasiado inteligente, demasiado fuerte, demasiado frío. Creo que una persona bajo los efectos de la cocaína es capaz de matar”, agrega mientras prende restos de hierba en su pequeña pipa de cacho de toro.

ESTIGMA

Caso aislado o común, Baldomero opina que mucho del estigma que se les sella en la frente a los usuarios del cáñamo obedece al lenguaje que utilizan los medios y repite el colectivo llamándolos ‘fumones’, ‘marihuaneros’ o ‘drogadictos’ en general. En su opinión: “Lima aún sigue en la época de la Santa Inquisición. Pero el hereje de este tiempo, el fumador de marihuana, aprendió a ser hipócrita. Ahora hay una inquisición del bien pensante que dicta qué es lo correcto y qué no”.

Hablar de la marihuana, hierba, ganjah o grifa sigue siendo un tabú. En una encuesta de Cedro, el 94,4% de los peruanos entrevistados respondió con un tajante “No” a la posibilidad de la legalizar su venta, aunque se sabe que es la droga ilegal más consumida en el país.

En América Latina, la legalización vuelve a ser un tema caliente. Uruguay acaba de aprobar una ley que despenaliza su consumo, su plantación y su venta. José Miguel Insulza, secretario de la OEA, ha planteado despenalizar su consumo y ponerle reglas, como al alcohol y al tabaco. El ex presidente de México Vicente Fox ha dicho que la cultivaría si fuera legal.

REPRESIÓN

Es difícil lograr que un usuario de marihuana hable. Temen perder el trabajo, ser separados de sus círculos sociales o ser detenidos por la policía.

Sobre la mesa hay un gringer (moledor de marihuana), una pipa de semilla tawa, otra de fibra de vidrio con la imagen de Bob Marley, algunas rizlas y un roleador comprados en La Casa del Fumador. “Las rizlas las consigues en cualquier grifo. ¿Por qué tanta pacatería?”, dice Renzo Graner de 20 años, señalando la contradicción que existe entre la ley y la realidad: para el Estado la marihuana está considerada una droga ilegal, pero hay establecimientos que surten de todo tipo de implementos a los usuarios. Igualmente, el artículo 299 del código penal contempla que cualquier mayor de edad puede llevar hasta 8 gramos de marihuana para su uso personal, sin embargo, “en algunos casos, la policía confunde adrede a los usuarios con microcomercializadores, los detienen arbitrariamente, los intimidan y hasta les piden dinero”, dice Ricardo Soberón, del Centro de Investigación Drogas y Derechos Humanos.

Renzo fuma hierba desde los 17 años, ha dejado la carrera de negocios internacionales en la UPC para montar su propio negocio y trabajar como activista junto a Diego Villanueva, su socio de 23 años. Ambos han creado la Asociación Peruana de Activistas Cannábicos del Perú, fichada en Registros Públicos, que tiene un front page en Facebook llamado Lanza.pe. Ambos han sido detenidos varias veces por fumar en la calle. Alguna vez un policía le pidió a Renzo cien soles para soltarlo e incluso lo llevó hasta un cajero para retirar el dinero. Otro día, le detuvieron el carro, sospechando de la calcomanía de hoja de marihuana pegada en su retrovisor. A Diego lo interceptó dos veces el mismo policía al considerarlo “sospechoso” por sus dreads.

“La policía te suele fichar cuando sacas tu pipa en una fiesta pero no hacen lo mismo cuando se vende éxtasis en un reif”, se queja Diego, estudiante universitario de la Católica. Para denunciar casos como estos, el CIDDH ha creado la “Línea Verde” (444-1496), una central telefónica creada que asiste con información legal a quienes hayan sufrido este tipo de abusos.

DAÑOS POSIBLES

Guillermo Montoro es un abogado de 25 años con un negocio a cuestas en Huancayo y otro cerca de su casa. Vive en Los Olivos. Trabaja en una notaría en Miraflores. Paga impuestos. Viste un terno y una camisa blanca a rallas impecable. El arete que lleva en la oreja izquierda y el porro de marihuana los deja para después de la oficina. Fuma algo de hierba dejando un día y a veces varias semanas. “No me considero un adicto. Tampoco promuevo el uso”, dice. A los 13 años roleó (armó) con papel calca su primer porro de marihuana. Acababa de terminar la primaria. Para su madre, naturalmente, fue chocante. Guillermo es consciente de que su comienzo fue precoz y que le chocaría que un hijo suyo empiece tan temprano.

El farmacólogo Alfonso Zavaleta de Cedro es claro al citar los daños que el consumo de la marihuana ocasionaría en los adolescentes. “Al tener la corteza cerebral en desarrollo, los menores de 18 años que consuman marihuana podrían sufrir daños irreversibles”, advierte. Lo avalan los resultados de un estudio realizado en Nueva Zelanda, presentado el 2012. La investigación siguió durante veinte años a un grupo de mil jóvenes y encontró que los que habían empezado a consumir marihuana antes de los 18 años mostraban una reducción significativa de su coeficiente intelectual. “La marihuana es segura para los cerebros mayores pero su uso durante la adolescencia puede tener efectos neurotóxicos”, señalaron los científicos del Instituto de Psiquiatría del College de Londres.

Las últimas investigaciones también advierten sobre los riesgos en la salud de adultos. Según las investigaciones del Dr. Donald Tashkin de la Universidad de California, los pulmones se podrían ver comprometidos si se fuman 16 o más porros de marihuana al día. Incluso podría ser más peligrosa que el tabaco. “El que fuma hierba inhala 4 veces más alquitrán y 5 veces más monóxido de carbono que con un cigarrillo de tabaco”, dijo Tashkin para The Time.

El Dr. Zavaleta sostiene además que en algunos casos existe la asociación entre el consumo de marihuana y la psicosis esquizofrénica presente en quienes tienen el gen esquizoide. El abuso puede causar el deterioro de la memoria y la concentración, además de generar cuadros de ansiedad y crisis de pánico, y hasta problemas de impotencia sexual, dependiendo de cada persona.

De lo que se trata es de sincerar el problema. El alcohol y el tabaco son drogas legales y aceptadas, y la marihuana no, dicen los activistas que van por la legalización. El Dr. Zavaleta señala entre líneas que la permisividad del Estado hacia esas drogas está dictada por los altos impuestos que recauda de estas empresas. Para los usuarios de la hierba, el camino de la legalización está fijado por las siguientes reglas: se fija un mínimo de edad para el consumo, la creación de establecimientos autorizados de venta y el permiso para cultivar plantas caseras. “No se trata de incentivar el consumo sino de informar bien”, dijo uno de los entrevistados.

Fuente LaRepublica

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