Juan hoy en día es un gran cultivador de cannabis. Su afición comienza en la década de los 80, en la que como muchos españoles cumplió el servicio militar obligatorio en el sur peninsular. Allí probó por primera vez el hachís que entraba desde Marruecos, y todo hay que decirlo, era de una gran calidad. Su afición se extendió de vuelta a su pueblo, pero poco a poco ese hachís de antes tan buena calidad, iba empeorando. Para aumentar la gran demanda que existía desde Europa, los productores marroquíes comenzaron a adulterarlo.
En el pueblo de Juan vivía una persona de 60-70 años, un tipo medio ermitaño del que poco se conocía. Le llamaban el “hippie”. Con 18 años abandonó el pueblo y regresó a él 30 años después con una mochila llena de historias. Juan congenió con él, y él le contaba sus viajes alrededor del mundo en plena ola del movimiento hippie. De estos viajes cannábicos, se trajo muchas semillas que todos los años cultivaba y reproducía para los siguientes años.
Juan probó por primera vez el cannabis con su amigo el hippie, y la experiencia le resultó asombrosa. Se preguntaba como el hachís llegaba a ser tan diferente de un cogollo, siendo que procedía de éste. Los efectos, el sabor… todo le resultó diferente. También le regaló unas cuantas semillas para que cultivase, pero Juan no poseía un lugar exterior donde cultivarlas así que se las guardó.
En los años 90, el boom cannábico holandés fue reclamo para muchos jóvenes de todo el mundo que escogían Amsterdam como lugar turístico. Allí podían fumar posiblemente las mejores variedades de la historia. Comenzaban a oírse nombres como Skunk, Haze, White Widow, AK 47 o Northern Light. Y fueron muchos los que a la vuelta de sus intensas vacaciones, intentaban emular los famosos cultivos indoor holandeses. La gran parte de ellos terminaba en fracaso por el total desconocimiento de los requerimientos de una planta en interior.
Juan fue uno de esos primeros aventureros que pudo comprobar como la iluminación en interior lo es todo. Pero había comenzado en él una afición que dura hasta hoy en día. De holanda también llegaban algunas publicaciones sobre el cannabis. Libros y revistas que poco a poco le fueron ayudando a comprender esta planta y sus requerimientos. Y con las semillas que le había dado su amigo hippie, se decidió a cultivarlas en interior.
Cerca de casa de Juan, abrieron a principios de los 2000 un Grow Shop. Allí pudo comprobar como la inversión en un buen material de cultivo es uno de los pilares básicos. Compró desde abonos a una buena iluminación. En este caso un equipo de 400W de vapor de sodio con el que consiguió sacar su primera gran cosecha. Y en ese punto se preguntó como hasta ese momento, que no había hecho daño a nadie, podía llegar a ser perseguido por lo que las leyes consideraban una actividad ilegal.
Con los años Juan fue mejorando sus técnicas de cultivo y todo su equipo. Hoy cuenta con un interior completamente optimizado en hidropónico, con iluminación LED y aporte de CO2. Sus cosechas son envidiables e incluso tiempo atrás comenzó su propio proyecto de cría con sus primeros cruces. La historia de Juan es mi historia. Y puede que la tuya. Y la de muchos que no entienden como una afición como ésta, en el siglo XXI aún continúa llena de perjuicios.