Las duras leyes contra la marihuana están llevando a millones de estadounidenses a consumir una sustancia más peligrosa que altera el ánimo: el alcohol. La consecuencia no deseada es violencia y miles de muertes que podrían evitarse.
Es tiempo, por lo tanto, de un serio debate público del caso de la marihuana versus el alcohol.
Ese es el mensaje que los grupos que abogan por la legalización de la marihuana están comenzando a enviar, contra un contexto de actitudes cambiantes que han provocado que 13 estados suavicen leyes draconianas que datan de la década de 1930, cuando el Gobierno puso fin a la prohibición al alcohol y comenzó un determinado pero inútil esfuerzo por erradicar la marihuana.
No hay duda de cuán estrepitosamente ha fracasado ese esfuerzo. La marihuana está tan fácilmente disponible que alrededor de 100 millones de estadounidenses la han probado al menos una vez y unos 15 millones la consumen regularmente, de acuerdo a estimados del Gobierno.
La industria estadounidense de la marihuana, en términos de ventas anuales al por menor, ha sido estimada casi tan grande como la industria del alcohol: 113.000 millones y 130.000 millones de dólares respectivamente. En una escala global, la marihuana es la droga ilícita más ampliamente usada en el mundo.
Desde que Estados Unidos, y gran parte del resto del mundo, cayó en una recesión el año pasado, el argumento usado más frecuentemente a favor de legalizar la marihuana ha sido económico: si diera impuestos, las rentas públicas ayudarían a estimular la recuperación económica tal como los dólares de las rentas públicas del alcohol ayudaron a Estados Unidos a salir de la Gran Depresión tras la revocación de la prohibición en 1933.
Esa idea enfurece a algunos importantes opositores a las drogas, incluyendo al jefe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Antonio Maria Costa. En la introducción del Reporte Mundial de Drogas de Naciones Unidas del 2009, pregunta si los partidarios de la legalización y fiscalización también favorecen legalizar y fiscalizar el tráfico de humanos y la esclavitud moderna “para rescatar a bancos arruinados”.
No importa que quienes abusan de la droga se hagan daño a sí mismos y que los traficantes de personas dañen a otros. Es el tipo de lógica absurda que ha dificultado tanto la discusión seria de políticas nacionales e internacionales de drogas (principalmente conducida por Estados Unidos) por tanto tiempo.
El caso para añadir una dimensión de comparación y contraste al debate es expuesto en un libro repleto de estadísticas que será publicado el próximo mes titulado “La marihuana es más segura, ¿entonces por qué estamos llevando a la gente a beber?”.
Los autores son prominentes defensores de la legalización -Steve Fox del Proyecto de Política para la Marihuana, Paul Armentano de la Organización Nacional para la Reforma de Leyes de Marihuana y Mason Tvert, co-fundador de Alternativa más Segura para una Recreación Agradable.
“La dura y simple verdad es que el alcohol impulsa el comportamiento violento y la marihuana no”, escribe Norm Stamper, un ex jefe de la policía de Seattle, en el prólogo del libro.
“El alcohol (…) contribuye a literalmente millones de actos de violencia en Estados Unidos cada año. Es un importante factor que contribuye a delitos como violencia doméstica, agresiones sexuales y homicidio. El uso de la marihuana (…) está ausente en ese aspecto de reportes de crímenes y la literatura científica. Simplemente no hay un vínculo causal que pueda ser encontrado”, añade.
FALTA DE SENTIDO COMUN
Dejando de lado la violencia cometida por borrachos agresivos, no hay duda de qué droga -la marihuana o el alcohol- es dañina para la salud. Los autores citan estadísticas del Gobierno y una larga serie de estudios académicos que muestran que la marihuana es menos nociva.
De acuerdo al Instituto Nacional para el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo, alrededor de 35.000 estadounidenses mueren de enfermedades relacionadas con el alcohol cada año. Ello implica casi 100 al día. Y a esto se le suman otras 16.000 personas que mueren en accidentes de tráfico que involucran a conductores ebrios. No hay estadísticas equivalentes vinculadas al consumo de la marihuana.
Aún así el alcohol es legal, la marihuana no. La monumental falta de sentido común en las actitudes de sucesivos gobiernos de Estados Unidos hacia la marihuana es una de las explicaciones para un continuo cambio en las actitudes públicas como es reflejado por sondeos de opinión.
En mayo, un sondeo de Zogby reveló un 52 por ciento de apoyo a tratar la marihuana como una sustancia legal, que paga impuestos y es regulada.
La oposición a la legalización, muestran los sondeos, se ha estado debilitando durante los últimos años. Antes del 2005, ningún sondeo nacional mostraba un apoyo a la legalización superior a un 36 por ciento.
Pero los sondeos también muestran que hay una persistente percepción de que el alcohol y la marihuana son igualmente dañinos y que la legalización simplemente añadiría otra vicio.
“Esta percepción es errónea”, dice Tvert, “y no puede ser corregida de la noche a la mañana. Lo que buscamos es una legislación que dé a los adultos la posibilidad de elegir entre el alcohol y una alternativa menos dañina. Las leyes actuales conducen a la gente al alcohol porque temen las consecuencias de ser atrapados usando marihuana. Pero creo que estamos cerca de un punto de inflexión”.
Quizás. Uno de los mayores obstáculos en el camino a cambios de políticas es una burocracia de opositores a las drogas que tienen un obvio interés en mantener las cosas como están y tienen mucha práctica en ignorar datos y evidencia. Durante los ocho años del Gobierno de Bush, fueron liderados por un acérrimo defensor, motivado ideológicamente, de la prohibición a cualquier costo, el zar antidrogas John Walters.
Es probable que el hombre a quien el presidente Barack Obama eligió como su principal funcionario de política de drogas, Gil Kerlikowske, sea más abierto a un argumento racional.
Kerlikowske reemplazó a Norm Stamper como jefe de la policía de Seattle y durante su permanencia en el puesto, la posesión de marihuana por un adulto cayó a la más baja prioridad de cumplimiento de la ley de la ciudad. Más baja que no respetar una luz roja.
Fuente Reuters América latina
2 Responses
los gobiernos le temen a la marihuana y a las sustancias que ayudan a abrir la mente y la conciencia, no quieren personas despiertas.
me interesa