Justin Hartfield se ha fumado algo.”Desde los 13 años”, cuenta el empresario de marihuana, ahora de 30 años, mientras se bebe un té en el Resort Pelican Hill, un hotel elegante con vista al Pacífico. Hartfield no es un ex distribuidor de hierba cualquiera. Su objetivo es crear la Philip Morris de la industria de la marihuana en los Estados Unidos.
“La prohibición está a punto de acabarse. Y la gente que está posicionada de forma inteligente va a cosechar un beneficio. Creo que estamos ubicados muy bien”, señala Hartfield.
En la década de los años 20 y 30 en EE.UU., quienes asumieron el riesgo de invertir en alcohol cuando era ilegal se ganaron el premio gordo cuando se legalizó. Durante esa época, Joseph Kennedy —el patriarca del clan Kennedy, padre del futuro presidente de EE.UU.—consiguió permisos para distribuir “licor medicinal” y en los meses previos a la derogación de la ley anti-alcohol en 1933 obtuvo los derechos exclusivos de importación de marcas populares como el whisky Dewar y la ginebra Gordon.
En momentos en que los estados de EE.UU. legalizan la marihuana, Hartfield está ejecutando una versión moderna de esa estrategia: ha creado e invertido en algunas de las principales empresas de tecnología de marihuana de ese país. El empresario quiere hacer de todo, desde proporcionar evaluaciones de calidad del cannabis hasta vender la planta. “La marihuana no va a ser rentable a largo plazo, se va a vender por US$1 el gramo. Así que alguien… tiene que intervenir y hacer que el cultivo sea rentable”, dice. “Soy la mejor persona para hacerlo”.
Es fácil ver la razón de su optimismo. Veinte estados y Washington han legalizado la marihuana para uso medicinal, y 14 más, incluyendo Florida, lo están considerando. Este año, los votantes de Oregón y Alaska podrían unirse a Washington y Colorado en legalizar la marihuana para uso recreativo. Los legisladores ansiosos por que se generen ingresos siguieron con atención el anuncio de Colorado, en Enero, de que había recaudado US$2 millones en impuestos por las ventas legales de la hierba. El estado espera atraer decenas de millones al año.
Hartfield se ha ubicado en medio del conflicto de regímenes legislativos que gobiernan este mercado gris en rápida expansión en los EE.UU. El sistema federal le ha permitido aprovechar el mercado de la marihuana en los estados donde ha sido legalizada para uso médico o recreativo. Mientras tanto, el hecho de que la droga sigue siendo ilegal a nivel federal (clasificada como un estupefaciente al mismo nivel que la heroína) ha hecho que la oferta de la hierba legal sea baja y por lo tanto que los precios y la demanda permanezcan altos. La prohibición federal también ha hecho que importantes inversionistas institucionales, grandes bancos y compañías de tarjetas de crédito eviten la industria. Al menos por ahora.
“Voy a ser sólo yo. Philip Morris no va a entrar en este negocio hasta que sea cien por ciento legal”, dice Hartfield. “Para entonces, me van a comprar y luego ingresarán. Y lo van a hacer bien porque yo habré de liderar el esfuerzo”.
Hartfield siempre ha sido un rebelde. En la secundaria perteneció a un grupo de hackers que atacaba sitios web en plena burbuja puntocom. Era 1998 y había marihuana por todas partes, pero “nunca fue considerada como una droga”, dice. Se graduó de la Universidad de California, en Irvine, con un título en informática y rápidamente consiguió un trabajo de programación muy bien pagado. A los 21 años renunció para convertirse en su propio jefe y se embarcó en una serie de negocios fallidos, incluyendo un libro electrónico sobre cómo conquistar mujeres en FaceBook
Para mediados de 2007, logró obtener una tarjeta médica para comprar marihuana alegando insomnio y ansiedad. Cuando fue al primer dispensario legal quedó sorprendido.
“Estos tipos vendían directamente de los frascos… fue un shock, así que regresé a casa y creé un sitio web: Weedmaps.com“.
En ese momento, había poca información en línea acerca de dónde encontrar los dispensarios de marihuana y Hartfield vio una oportunidad. Weedmaps sería un portal donde los usuarios de marihuana medicinal en California podían encontrar médicos y dispensarios, evaluarlos, leer reseñas y comentarios y enviar mensajes entre sí.
El tráfico despegó. Durante un año, Hartfield fue “de puerta en puerta a cada uno de los dispensario en California”, dice, ofreciendo ponerlos en la lista de Weedmaps.com de forma gratuita. En 2010, comenzó a cobrar y hoy el precio inicial para ser incluido en el listado es de US$295 al mes.
El año pasado, el sitio facturó más de US$25 millones. Hay 4.121 empresas que representan a cada estado con alguna forma de legalización, y Hartfield emplea a más de 60 personas. Weedmaps ya no es el único actor —el sitio web Leafly es un sólido competidor— pero tiene el reconocimiento del nombre y cuatro millones de visitantes al mes.
El éxito Weedmaps le ha permitido a Hartfield invertir en emprendimientos de marihuana a través de Ghost Group, la empresa operadora que supervisa su negocio. Ghost Group está “concentrada en la tecnología, software, hardware”, que, al igual que Weedmaps, son totalmente legales, ya que no “tocan el sol”, en otras palabras, la planta de marihuana. Sin embargo, son áreas de la industria que serán clave si la hierba se convierte en un producto legal y regulado como el alcohol.
El negocio secundario que más le emociona a Hartfield es el de las pruebas. La marihuana, una vez que se venda como un producto regular, requerirá un equivalente a la lista nutricional de los alimentos para que los usuarios puedan conocer la potencia y la pureza de la droga —por ejemplo, la cantidad de tetrahidrocarbocannabinol, o THC, que tiene una cepa en particular— antes de consumirla.
Este mercado está valorado en “miles de millones” de dólares, insiste. Los usuarios —o al menos los que son exigentes— quieren esta información. Los dispensarios, por su parte, “saben que si tienen más cepas, recibirán más pacientes, tan simple como eso”, añade.
A través de un acuerdo con SC Labs, Weedmaps evalúa “más marihuana que cualquiera en el mundo”, asegura Hartfield, una afirmación que es imposible de verificar.
¿Qué pasa con un fumador que viaja? No hay problema, dice Hartfield. Se está desarrollando un aparato que se conecta a un teléfono inteligente y prueba la hierba. Hartfield está “en conversaciones” con el desarrollador de este “laboratorio portátil”.
Luego están las “miles” de direcciones de Internet que Hart- field ha acumulado en los últimos años, sobre todo, marijuana.com, por la que pagó US$4,2 millones en noviembre de 2011.
“Si hay legalización total, usted va a tener una opción: puede ir a la tienda o puede comprárnosla, y se la llevamos en 24 horas. Es por eso que tenemos marijuana.com. Queremos ir directo al consumidor como wine.com” lo hace con los vinos.
Es toda una visión y Hartfield está seguro de que la concretará en la próxima década. Pero en este momento, el sueño de que la hierba se venda en los supermercados como el vino se siente lejano, teniendo en cuenta el aspecto rudimentario de buena parte de la industria.
La gente de la industria de la hierba con la que hablé en California destacó sus beneficios para la salud. Pero ni una sola persona que conocí con una tarjeta médica de marihuana estaba realmente enferma. Me costó US$150 y menos de una hora conseguir una tarjeta de un médico en Venice.
Para Hartfield y otros en la industria, llevar la marihuana medicinal a personas verdaderamente enfermas es el gran primer paso hacia la legalización total.
El año pasado, Weedmaps gastó US$1 millón en lobby y contribuciones a causas políticas que promueven sus intereses en Washington. Hartfield está contemplando una campaña para convencer a presidentes ejecutivos y celebridades que hablen sobre el uso de marihuana. “Lo que pasó con el matrimonio gay va a suceder con la marihuana”, asegura Hartfield. “Deme 24 meses”.
Fuente Wall Street Journal
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