La reciente edición en español de “Cómo fumar marihuana y tener un buen viaje”, un texto publicado originalmente en 1953, permite descubrir el germen díscolo que atraviesa la obra de Howard Becker un sociólogo estadounidense, que desde una perspectiva no canónica ha realizado uno de los aportes más innovadores a la sociología moderna.
Para leer -o releer- una obra que se ocupa del consumo de la marihuana la primera condición es desatender los cambios producidos en el mapa social desde su publicación original hace 63 años, y situarse en una escena para la que el objeto de estudio resulta altamente disruptivo: acaso lo más interesante ya no sea concentrarse en el plano más literal de las formulaciones de Becker -que lucen un tanto desactualizadas- sino en los desajustes que se producen cuando un intelectual respetado intenta legitimar una práctica que una parte de la sociedad criminaliza.
“Cómo fumar marihuana y tener un buen viaje” -una antojadiza versión del título original, “Becoming a Marihuana User”- funciona como una muestra del inusual marco teórico de este pensador que dejó su marca en una rama de la disciplina conocida como “sociología de la desviación”, centrada en el estudio de las variables que determinan el consenso sobre las normas sociales y trazan una frontera entre lo prohibido y lo aceptado.
Autor de textos cruciales como “Outsiders: hacia una sociología de la desviación”, “Los mundos del arte: sociología del trabajo artístico” o “Para hablar de la sociedad, la sociología no basta”, Becker postula que el concepto de “desviado” no se centra tanto en el análisis de quienes transgreden una norma sino en las particularidades de aquellas grupos sociales que tienen legitimidad para imponer esa categoría sobre otros.
A mediados de los 50, este hombre que completó su doctorado en la Universidad de Chicago con apenas 23 años y es paralelamente un respetado pianista de jazz, sacudió el universo académico con “Cómo fumar marihuana y tener un buen viaje” (Siglo XXI editores), donde territorializa la utilización de cannabis como una práctica social que requiere de un aprendizaje y no denota desviación o patología, a contramano de un contexto que por aquel entonces equiparaba consumo con “abuso”.
Becker tiene hoy 88 años y ningún indicio que sugiera algún tipo de declinación intelectual: mantiene una relación fluida con las redes sociales y contesta casi en simultáneo la mayoría de las preguntas que Télam le formula por correo electrónico. Se sorprende con el espacio dedicado al objeto de su libro (“creo que se toma la cuestión de las drogas, si cabe decirlo, demasiado en serio. El consumo de marihuana no tiene esa importancia cósmica que las preguntas parecen asignarle”, alerta) y se despide amigablemente con un amistoso “Howie”.
– Télam: ¿Cómo se resignifica hoy su libro “Cómo fumar marihuana y tener un buen viaje”, a más de 60 años de su publicación original?
– Howard: La idea principal de este libro es que los “efectos” de la ingesta de marihuana son muy sutiles y que, de hecho, la mayoría de las personas que la consumen no “reconocen” los efectos psicológicos que se supone que tiene; estos son leves y pueden pasar inadvertidos. Es como aprender a reconocer los sabores sutiles de diferentes tipos de vino. Esto no ha cambiado. Lo que ha cambiado es la cantidad de componente químico activo (lo que hace a la gente “volar”) que se encuentra en las hojas de la planta. Esto es debido al hecho de que los agricultores han trabajado duro para “perfeccionar” la planta de la misma forma en que otros agricultores utilizan técnicas de cultivo para mejorar el sabor de las frutas y verduras. El fin del libro era llegar a una simple conclusión, que aplica a muchos otros tipos de experiencia física. La experiencia física debe ser interpretada por la persona que la experimenta, tiene que analizar lo que le está sucediendo y conectar lo que siente con lo que él cree que es su causa.
– T: ¿Por qué cree que el consumo de marihuana ha sido históricamente criminalizado si se trata de una sustancia que no genera efectos decisivos adversos a nivel neuronal o fisiológico?
– H.B: El excelente libro del politólogo francés Francois Xavier Dudouet, “Le grand deal de l’opium. Histoire du marché légal des drogues” explica esto. Los principales productores de medicamentos que se utilizan en la práctica médica y dental, es decir, los productos de la amapola de opio (morfina y heroína) y de las hojas de coca (cocaína) son las grandes compañías farmacéuticas de Europa y los EE.UU, que quieren preservar su monopolio sobre estos productos. Lo hacen a través de acuerdos internacionales que impiden que todos los demás países cultiven estas plantas o comercialicen sus derivados. La prohibición de la marihuana es una mera consecuencia de estos acuerdos. La marihuana tiene muy poca actividad física en el cuerpo humano (no afecta la presión arterial, por ejemplo, ni ninguno de los otros aspectos que los fisiólogos buscan cuando estudian una droga); el principal efecto físico es hacer que la gente sienta hambre. Sí, altera la forma en que la gente percibe las cosas en el corto plazo. Esto la diferencia de la sustancia con la que se la compara más a menudo, el alcohol, que tiene efectos fisiológicos muy fuertes.
– T: ¿Cuando una cultura dictamina qué drogas son aceptables socialmente y cuáles serán prohibidas está delimitando una frontera arbitraria entre el integrado y el inadaptado social?
– H.B: Así es. Excepto que la mayoría de las personas que fuman marihuana no son inadaptados sociales, están integrados socialmente al igual que otras personas respetables. Las leyes no se aplican por igual: algunas clases y grupos raciales están más fuertemente vigiladas, y eso es arbitrario, es decir, no tiene nada que ver con el uso de las drogas. La asociación con la delincuencia surge de la creación de los límites legales. Si las drogas no estuvieran prohibidas, su uso y su venta no serían un delito. Esto es lo que está ocurriendo en muchas partes de los Estados Unidos a medida que se modifica la evaluación legal de la marihuana.
– T: ¿Internarse en lo disruptivo de una sociedad es más revelador de sus miedos y obsesiones que concentrarse en sus aspectos más evidentes o tradicionales? ¿En qué medida las formulaciones de “Outsiders” son cruciales para analizar la manera en que hoy se resignifica la idea del “desviado”?
– H.B: Esa es una historia muy larga y complicada. “Outsiders” fue uno de los muchos, muchos libros e investigaciones de mucha gente, en los cuales yo he tenido un pequeño papel, eso es todo. Lo que se considera como “desviado” es en realidad parte de la vida social y no algo extraño o diferente. Me he enfocado en el concepto de “desviación” para entender cómo circulan los juicios que un grupo de gente hace sobre otro grupo de gente. Habitualmente se considera que lo que hace el otro no es correcto o normal y se exhibe esa “anormalidad” a los otros. Desde el espectro de la sociología, hablar de desviación significa no tanto mirar en el comportamiento que se considera desviado sino más bien la intención de la persona que usa la palabra como una agresión y cómo este “etiquetamiento” impacta sobre los otros.