Alrededor del mundo existen un sinfín de personas y organizaciones preocupadas y solidarizadas con el hecho de que el cannabis todavía no esté al alcance de todos, de manera igual y justa. Fundación Daya investiga y promociona terapias alternativas, entre ellas el consumo de cannabis medicinal, orientadas a aliviar el sufrimiento humano
Alrededor del mundo existen un sinfín de personas y organizaciones preocupadas y solidarizadas con el hecho de que el cannabis todavía no esté al alcance de todos, de manera igual y justa.
No nos cansaremos nunca jamás de decir que, en efecto, es una planta, un regalo que la naturaleza nos ha dado para su uso y disfrute. Entonces ¿ dónde reside el problema? Como siempre, el camino hasta la respuesta siempre nos lleva al mismo sitio: el poder, los intereses socioeconómicos, la clase política desinteresada en el beneficio último del pueblo y centrada solo en encontrar la mejor manera de lucrarse, etc. Tal y como dicen en la Fundación Daya “saber que el cannabis puede aliviar el sufrimiento humano, y no hacer nada, ese es el verdadero crimen”
Aún así, como con todo, algunas historias empiezan y acaban con final feliz. Algunas personas sí trabajan duro por el bien del prójimo, sin intereses ocultos ni esperando una recompensa a cambio. Algunas personas hacen lo posible por hacer del cannabis la solución al problema.
Ése es exactamente el caso de la Fundación Daya, una organización sin fines de lucro, cuyo objetivo es la investigación y promoción de terapias alternativas, entre ellas el consumo de cannabis medicinal, orientadas a aliviar el sufrimiento humano. Tal y como ellos mismo manifiestan, el significado del nombre Daya es “amor compasivo” en sánscrito y éste es, precisamente, el espíritu que quieren transmitir.
Proyectos
En la Fundacion Daya llevan a cabo varios servicios, tales como atención y asesoría a pacientes así como proyectos de investigación del cannabis medicinal. Sobre estos proyectos podemos decir que son, si más no, pioneros y necesarios en su país. Uno de ellos está dedicado a un programa de uso compasivo del aceite de cannabis como terapia complementaria para pacientes oncológicos.
Su objetivo es que la propia fundación junto con un total de 20 municipios, consigan que más pacientes puedan llegar a beneficiarse de manera gratuita de tratamiento con cannabis medicinal.
Según su plan, agrupando las municipios para implementar un cultivo colectivo se reduces los costes significativamente, logrando así un modelo que permita al sector público acceder con bajos costes, consiguiendo que puedan beneficiarse de las infinitas ventajas del cannabis medicinal sobre todo personas con bajos recursos que hoy sufren por no encontrar solución a sus dolencias mediante los tratamientos convencionales. Por ello la Fundación Daya ve la necesidad de desarrollar programas como éste para desarrollar este tipo de terapias dirigidas a los sectores más vulnerables.
Para ello se seleccionó un terreno apto para el cultivo con óptima calidad de sus aguas y libre de toda contaminación ambiental que pueda afectar el sano desarrollo de las plantas para fines medicinales, cumpliendo con todas las medidas de seguridad e higiene necesarias para garantizar la calidad esperada. El cultivo del cannabis medicinal se realiza en invernaderos.
La Fundación Daya, además, solicitó autorización del cultivo al Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) en junio de 2015 con fines medicinales y de investigación.
Testimonios reales y finales felices
Son muchas los testimonios, con los que cuenta la Fundación Daya, de personas que lo dieron todo por perdido y a quienes les salvó el acceso al cannabis medicinal.
Tales son casos como el de Andrea y su hija Sofía. La pequeña sufría de epilepsia refractaria y gracias al cannabis, frente al que la madre tenía un prejuicio increíble antes de conocerlo más a fondo, pudo salir adelante. Ella no conocía en absoluto medicamentos como el Sativex, así que empezó a informarse sobre todo lo que rodeaba al cannabis medicinal. Al fin, un rayo de esperanza iluminaba sus vidas.
Sofía nació el 23 de junio de 2009 con una malformación cerebral, aparentemente por citomegalovirus, contraído en la primera etapa del embarazo de su madre. El embarazo iba absolutamente normal, pero fue en la semana 27 cuando se encendieron las primeras alarmas. A pesar de la poca información que el médico le dio a la madre, tras mucha insistencia, supo que, desde la semana 14 de embarazo, la cabeza de Sofía había dejado de crecer.
Consecuencias y Secuelas de la enfermedad
La malformación cerebral de Sofía le ha traído diversas secuelas, como microcefalia, cuadriplejia, y una serie de anomalías, y fue cuando sólo tenía tres meses de vida cuando se le manifestó por primera vez una epilepsia refractaria.
A los 5 meses internaron para confirmar un posible Síndrome de West. A esa tan temprana edad Sofía estuvo hospitalizada 42 días.
“Le hicieron miles de exámenes, electro, video monitoreo, entre otros, y nunca se tuvo un diagnóstico cierto”, sostiene Andrea, quien asegura que “después de la larga espera, sólo salió con un par de medicamentos”. Esos medicamentos fueron ácido valproico, y un fenobarbital que le recetó la Neuróloga.
Comenzó la búsqueda de soluciones y Andrea llevó a Sofía de médico en médico. “Cada uno de ellos recetaba un medicamento nuevo”, indica Andrea. “Finalmente, probaba con lo que me dijeran; lo único que quería era una mejor calidad de vida para mi hija”, agrega.
Sus primeros años de vida los pasó de hospital en hospital sufriendo crisis de espasmo, crisis de ausencia, y otros. Tras costes emocionales y económicos incalculables, la pequeña no parecía mejorar. Además a esas alturas Sofía ya se medicaba con tres anticonvulsionantes y un antipsicótico.
Con toda la carga emocional Andrea comenzó a sentir crisis de angustia; su hija llena de medicamentos y ella endeudada hasta decir basta: “reventé la tarjeta de crédito”, recuerda.
En todo este tiempo, Sofía también sufría de crisis de irritabilidad, porque tenía trastorno del sueño. “Dormía con suerte dos horas durante la noche; recuerdo noches enteras sin dormir”, sostiene. En definitiva, Sofía tenía cinco años, en los cuales jamás había podido dormir bien.
El tratamiento con cannabis cambió sus vidas
Es la propia Andrea la que relata como fue la evolución del tratamiento con cannabis para su hija.
Relata como el primer día que recibió los cogollos de cannabis indica se lo suministró a su hija Sofía mediante leche. “El resultado fue inmediato”, asegura la madre, quien cuenta que por primera vez en su vida durmió más de cinco horas seguidas. “Eso fue el 29 de agosto de 2014; recuerdo patente la fecha porque es significativa, un antes y un después en Sofía y en la familia”, agrega.
Fueron 15 días donde Sofía se medicó con cannabis a través de leche, para luego pasar a macerado en oliva durante un mes, y al mes siguiente, directamente resina.
Con el positivo cambio en el sueño que tuvo Sofía, bajó automáticamente la irritabilidad.
“Nos cambió la vida”, sostiene Andrea y cuenta con orgullo que gracias a ese tratamiento, el 29 de noviembre de ese año, Sofía gateó por primera vez: algo impensable hasta el momento. “El 14 de enero de 2015 me reconoció por primera vez como su mamá y me dio un beso”, cuenta emocionada.
Fue en mayo de 2015 cuando Sofía de tomar tres anticonvulsivos y un antipsicótico, pasó a medicarse sólo con cannabis.
“Los cambios los vimos desde el día 1, tuvo una evolución cognitiva impresionante, empezó a gatear, comer, a mostrar sus sentimientos”, asegura Andrea, quien recalca que “nunca más volvió a tener crisis, salvo una que duró sólo 15 segundos, pero dos años con una crisis es impresionante”.
Y el cambio en la familia también se hizo patente. “Antes lloraba todo el día y ahora no; ahora podemos salir a la calle con ella, y podemos hacer actividades”, cuenta.
“Soy de las mamás que dice que, si le hace bien, hay que probarlo, y me he preocupado que mi hija sea feliz y que tenga mejor calidad de vida”, indica Andrea.
Andrea comenzó a educarse sobre uso medicinal de cannabis y sobre las distintas cepas que existen para poder tratar a su hija. “Ahora es muy normal para mí, pero al comienzo lo veía muy lejano por el prejuicio tremendo que tenía con el cannabis”.
El tratamiento empieza mostrar resultados
Y la madre no quiso tener sólo para ella el beneficio, sino que empezó a contactar a padres, tanto en el colegio de Sofía como padres en general. “Si a mí me sirvió, quiero que otros también conozcan esta alternativa”. Por ello no ha dudado en asesorar a madres y hacer talleres de autocultivo de cannabis y charlas sobre cannabis medicinal.
Andrea asegura que, a los padres que como ella, en un principio, tienen tantos prejuicios frente al cannabis les diría que no hay que tener miedo, que hay que investigar y educarse al respecto. “Creo que uno tiene que conocer casos concretos, como el de Sofía y tantos niños que han tenido una evolución maravillosa. Hay que dejar de lado los prejuicios, y no sólo quedarse con lo negativo que te dicen, sino también saber sobre casos clínicos reales”.
La importancia de la información
Casos como éste demuestran la importancia de informarse sobre todas lasalternativas posibles que puedan ayudar a los pacientes a sobrellevar mejor sus dolencias. Que el cannabis es capaz de tratar un sinfín de enfermedad no es algo nuevo pero sí desconocido para muchos.
La Fundación Daya ayuda a personas como Andrea y Sofía a tener una calidad de vida mejor.
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