El hachís, hash, chocolate o costo, es el nombre que reciben las glándulas resinosas de la marihuana hembra separadas de la planta y procesadas formando una masa compacta. Es más que probable que sus primeros usos fuese en la elaboración de inciensos para ceremonias religiosas. Realmente se tardaron bastantes siglos en que el consumo de hachís fumado fuese extendido.
La palabra hachís proviene de la palabra árabe hashish que significa “césped”, “hierba seca” e incluso “cáñamo”. En el tiempo de las cruzadas había una secta practicante del chiismo muy temida tanto por los cristianos como los por musulmanes, realizando asesinatos estratégicos de políticos o militares y creando la leyenda de que nadie podía escapar de ellos. El líder fundador de esta secta se llamaba Hassan Al Sabbah también conocido como El viejo de la montaña y a sus guerreros se les conocía con el nombre de Hashsha-shin, palabra árabe que significaba “fumadores de hachís” y de la que hoy proviene “asesino”.
El hábito de fumar empieza en los siglos XVII y XVIII, cuando a la costumbre rápidamente aceptada por la sociedad de fumar tabaco proveniente de Ámerica, se le empieza a añadir hachís para aumentar sus efectos. También en Oriente se comienza a usar la técnica del tamizado que puede cubrir la reciente demanda europea, hasta entonces abastecido por el poco que provenía de la ocupación británica de la India, las famosas charas. Este nuevo método de tamizado comenzó a introducir unos buenos costos de Afghanistán y Pakistán, donde se llegó a establecer una ruta comercial que pasaba por Mazar-i-Sharif y Kabul hasta llegar a Shikarpur o Peshawar.
El auge del hachís fue a finales del siglo XIX y principios de XX, tanto tan calidad como en cantidad, hasta de que la prohibición comenzara a hacer estragos entre los productores y comerciantes. Tan sólo Marruecos se mantuvo como único país del mundo que seguía exportando grandes cantidades de hachís, incrementando la cantidad sobretodo a partir de la década de los 60.
En la España de la dictadura franquista es también a mediados de los años 60 cuando se difunde el hábito de fumar por los jóvenes que habían realizado el servicio militar obligatorio en Ceuta y Melilla, territorios españoles del norte de África, y especialmente en La Legión. No se puede decir que la gran mayoría de soldados que hicieron la mili no habiesen probado la grifa o el kiffi por lo menos de manera ocasional. Aparte, era una sustancia consumida por los chulos, los carteristas, las burlas, las putas o trabajadores emigrados a Argelia y a Marruecos, la policía consideraba que esta sustancia era sólo consumida “por pobretones y gentes de mal vivir” de modo que hacía la lista gorda ante grupos de “fumetas” que no constituían un poder contra el orden establecido sino una mera disconformidad inofensiva con el tipo de conducta impuesto por la sociedad.
Fueron también precisamente los legionarios algunos de los primeros cultivadores de la península. Seguro que cualquiera conoce un gran cultivador que haya estado en la legión, algunos de los grandes maestros de los foros, publicaciones cannábicas o propietarios de webs cannábicas son ex-legionarios y a los que en parte les debemos el interés masivo tanto por el hash como por el cannabis.
Aunque desde 1967, cuando se crea en España la Brigada Especial de Investigación de Estupefacientes de la policía, se comienza a perseguir el tráfico y consumo del cannabis y el hachís, no impidió que su ascenso fuese en gran aumento año a año. En poco tiempo las clases altas españolas pudieron descubrir que el hachís ya no era la droga que consumían sólo los legionarios, marineros y gente marginal, si no que eran sus propios cachorros los que habían caído en sus redes, jóvenes universitarios, inconformistas y que con la llegada del movimiento hippy se intensificó todavía más, tanto el consumo como la persecución.
España sigue siendo a día de hoy el país que más hachís confisca y es la sustancia ilegal más consumida. Como casi siempre pasa, si hay mucha demanda la calidad disminuye y hoy en día es bastante complicado encontrar el rico costo que se fumaba en los 70 y 80. Si la policía confisca 500 kilos de hachís, rápidamente se envían otros 500. Si no hay cannabis suficiente para satisfacer la demanda de hachís, se le añaden polen de otras plantas, tierra, aceites o tintes y colonias para mejorar su aspecto, textura y sobretodo su rendimiento. El hash adulterado ocupa más del 95% del mercado y en contadas ocasiones se puede ver hash pakistaní, afgano o alguna Temple-Hash de nepalí, en su gran mayoría no deja de ser costo marroquí más o menos adulterado, con diferentes formatos para que parezca distinto.
Por éso, a falta de hash o costo de calidad, lo mejor que se puede hacer y por lo que opta cada vez más gente es por cultivar su propio cannabis y extraer mediante los varios métodos existentes una resina de la mejor calidad, desde extracciones en seco con un cedazo, con agua y hielo en bolsas de extracción o simplemente usando las manos para obtener las famosas charas, sistema usado aún en algunas zonas de Afganistán, la India o Nepal. También el mercado ofrece variedades puras de Pakistán, Afganistán, Nepal, India, Uzbekistán, Jamaica o el Himalaya así como híbridos super resinosos que imitarán a la perfección al mejor hachís del mundo.