Y sin embargo, no parece que se haya dado todavía un debate serio a nivel nacional; en el fondo, supongo yo, la gente sabe que el debate no es posible. Lo sabe Uribe y lo sabe Carlos Holguín, que se escondió detrás del “clamor de las madres de familia” para llevar adelante su proyecto de penalización de la dosis mínima. Y lo saben los congresistas: por eso no hay debate. Mientras no se produzca allá donde se compra la mayoría de la droga, allá donde se pagan las sumas exorbitantes que dan a los carteles el poder que tienen, declararse partidario de la legalización sólo puede llevar a la pérdida de votos. Y por eso no hay debate.
Pues bien, es muy probable que las cosas estén cambiando. Lo que ha ocurrido durante este año en Estados Unidos es sospechosamente parecido a lo que ocurrió en 1933, cuando desapareció la prohibición del alcohol. Aquella duró 14 años, mientras que la guerra contra las drogas ya va para 40, pero el fondo es el mismo: la experiencia comprobó que la prohibición, lejos de desestimular el consumo, lo había aumentado en varios estados; que la única consecuencia de la prohibición era la creación de una mafia peligrosa; y que la única consecuencia de la persecución de esa mafia era el encarecimiento del producto y el aumento de la violencia. Y la opinión de Estados Unidos comenzó a moverse hacia un cambio. En marzo de 1933, Roosevelt permitió el consumo de algunos tipos de alcohol; en diciembre se aprobó una enmienda constitucional que devolvía a los estados el derecho de decidir qué hacer con los consumidores.
Se necesitó un cambio en la mentalidad de la gente, claro, y también información donde sólo había ignorancia. Pero lo que dio el empujón definitivo al tema fue la Gran Depresión: los millones de dólares que saldrían de un impuesto al alcohol desarmaron buena parte de los prejuicios. Ahora Estados Unidos se enfrenta a la peor crisis económica desde esos años; simultáneamente, el uso médico de la marihuana ha venido aceptándose cada vez más, y ahora hay trece estados donde se permite. Y en febrero pasado el Fiscal General de Obama, Eric Holder, declaró que no perseguiría a quienes consumieran marihuana por razones médicas y en casos contemplados por la ley estatal. Lo cual, en la práctica, es lo mismo que hizo la enmienda de 1933.
De manera que hay dos escenarios: en el escenario A, la mercancía está absolutamente prohibida pero circula de todas formas, sin control ninguno de parte del Estado, generando ganancias sin cuento para grupos criminales y otorgándoles un descomunal poder de corrupción. En el escenario B, la mercancía es legal, de manera que el poder de las mafias criminales desaparece, el Estado tiene control sobre dónde se vende y a qué horas, y recibe los impuestos que el consumo genera. Según un economista de Harvard, la legalización de la marihuana generaría unos 7 mil millones de dólares en impuestos y ahorraría el doble de esa cifra en gastos relacionados con la guerra contra las drogas. ¿Alguien ha hecho ya estas cuentas en Colombia? ¿No? Me lo imaginaba. Es porque el debate no es serio. Pero ya es tiempo de que lo sea.
Fuente Elespectador
One Response
la verdad es que este grupo de mafias que controlan el trafico de drogas en el mundo están directamente conectados con políticos ,banqueros ,jueces. policías. y esto hace de la drogas un negocio redondo donde los prohibicionistas son los verdaderos dirigentes de toda este caos global en el que vivimos.