El último miércoles se aprobó en Estados Unidos la emisión del primer comercial de marihuana para televisión. La publicidad –creada por la web Marijuana Doctors, destinada a pacientes con prescripción y que dura menos de treinta segundos– se podrá ver dentro de poco a través de las cadenas CNN, ESPN y Fox, pero al inicio únicamente en Nueva Jersey, uno de los veinte estados norteamericanos donde el cannabis está legalizado con propósitos médicos.
Uno de los que alienta con más entusiasmo la progresiva despenalización de la hierba en ese país es el propio presidente Barack Obama, cuya afición a esa y otras sustancias psicotrópicas durante su juventud en Hawai está ampliamente documentada. A fines de enero pasado, en una entrevista al New Yorker, Obama opinó que “la marihuana no es más peligrosa que el alcohol o el tabaco”, y confesó que a sus hijas les ha dicho que fumarla es solo “una pérdida de tiempo”; declaraciones que suenan, además de sensatas, muy coherentes en boca del hombre cuyo épico eslogan presidencial del 2009 “Yes we can” era –según expertos en marketing– un anticipo subliminal de su política de legalización de la marihuana que perfectamente podría haberse leído como “Yes we cannabis”.
Más cerca nuestro, en Uruguay, el presidente José Mujica avanza a su propio ritmo en esta controversia. El jueves, por ejemplo –mientras la región estaba distraída con el cumpleaños de García Márquez– advirtió que su gobierno no atenderá las advertencias de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, JIFE, ese organismo de la ONU que en su último informe anual cuestionó la legalización de la producción y venta de marihuana en Uruguay. “La ONU es una vieja que nos tira de las orejas, pero le vamos a ganar el partido, le vamos a enseñar cuál es el camino de las reformas”, afirmó el Pepe con esa fascinante actitud suya entre campechana y pugilística que tanto desprecia la derecha sudamericana. Pero Mujica señaló algo mucho más interesante que demuestra por qué a los 78 años es el político más moderno de América Latina: “Tenemos la obligación de tratar de hacer un experimento con toda la frialdad y la devoción del espíritu creador, y de encontrar caminos distintos para combatir este flagelo. Si algo logramos, será a favor de la humanidad, y si nos equivocamos, tendremos el coraje político de decir que nos equivocamos”. Posiciones como esa –planteadas desde el riesgo, desde la consciencia de que, aún ignorando las consecuencias, es importante atreverse y elegir un camino– han convertido a Mujica en el presidente latinoamericano con mayor respaldo popular (51% según América Economía), además de en el abuelo progre cascarrabias que todos quisiéramos tener en el comedor.
Aunque en el Perú carecemos de un debate público serio respecto de este tema –respecto de cualquier tema, en realidad–, sería interesante que cada quien se forme una opinión. Por mi parte, secundo cualquier iniciativa que defienda el libre consumo de marihuana para fines terapéuticos y también recreativos, siempre que exista regulación. Conozco a varios partidarios de esa causa, entre ellos, por ejemplo, tres amigos poetas (cuyos nombres omitiré para ahorrarme pleitos) con quienes suelo tener lúcidas conversaciones que se prolongan bajo las volutas de una hierba exquisita, en tardes dominadas por pipas de alta rotación, y que concluyen solo cuando las arengas a Pepe Mujica se tornan innecesariamente repetitivas. Por Renato Cisneros
Fuente LaRepublica