Sostenibilidad.- ¿Es el actual cultivo de cannabis sostenible a largo plazo? ¿Qué podemos hacer para contribuir a que lo sea? Repasamos algunas carencias y algunos remedios para preparar nuestro cultivo para un futuro con escasez de energía y materias primas.
Actualmente, el cannabis se cultiva mediante técnicas que no aseguran su sostenibilidad a largo plazo. Exceso de consumo de energía, despilfarro de materiales,… los problemas son muchos pero también hay soluciones. Repasamos dónde están los principales problemas y proponemos algunas alternativas sencillas para avanzar hacia un cultivo más respetuoso con el medio ambiente y con las generaciones futuras.
Hace casi cuarenta años que se superó la biocapacidad global de la Tierra. Es decir, consumimos más recursos naturales de los que el planeta puede producir y, por lo tanto, vivimos gracias a las reservas almacenadas en el pasado, sobre todo combustibles fósiles. Pero eso, como ya casi todo el mundo sabe, no puede durar eternamente. El planeta da muestras de agotamiento (pérdida de suelo fértil, cambio climático, extinción masiva de especies, contaminación a escala global,…), mientras los combustibles fósiles y muchos minerales básicos (cobre, fósforo, plata, oro,…) son cada vez más escasos.
Esto significa que nuestra sociedad debe cambiar radicalmente si no quiere colapsar por todos estos factores, a los que hay que sumar el aumento descontrolado de la población y la crisis del capitalismo global. Es casi seguro que las futuras generaciones no dispondrán de energía abundante y barata como ahora, que muchas materias primas ahora corrientes serán escasas, y que, por lo tanto, nuestros niveles de consumo no se podrán mantener. Y no son profecías de alucinado, sino estimaciones serias de especialistas de prestigio: El tiempo para corregir el rumbo se nos acaba.
Ante tal perspectiva, cabe preguntarse cómo de sostenibles de cara al futuro son las actuales formas de cultivo de cannabis y qué debería cambiar para que lo fueran. Y también qué podemos hacer cuando cultivamos nuestra planta amiga para ayudar a paliar estos problemas, aunque sea modestamente.
La energía
El primer aspecto a considerar es el consumo de energía. A consecuencia de la Prohibición, los cultivadores de cannabis de todo el mundo nos hemos visto durante décadas obligados a escondernos. De esa necesidad surgió el impresionante desarrollo del cultivo de interior con luz artificial. Como sabemos, el consumo eléctrico de estas instalaciones es tan grande que la policía de medio mundo usa las facturas de la luz como indicio para detectarlas.
Sin duda, de no ser por la persecución que sufrimos, el cultivo de cannabis no se habría tecnificado tanto, ni habría aumentado tanto el consumo de energía y materiales. Por tanto, está claro que la principal causa de insostenibilidad es la persecución. Si policía y jueces nos dejaran en paz, casi nadie se habría planteado cultivar con luz artificial y seguiríamos usando la que un amigo mío llama “la Gran Lámpara”, el Sol. Acabar con la Prohibición no es solo una cuestión de derechos o de acabar con las mafias, sino también de sostenibilidad energética y ecológica.
Actualmente, gracias a las lámparas de bajo consumo, se ha reducido en parte el problema. El consumo en iluminación es menor y, como también desprenden menos calor que las lámparas incandescentes, se consume menos en aire acondicionado. Sin embargo, esto tampoco garantiza la sostenibilidad a largo plazo. Cambiar el sistema de iluminación es un paso positivo, pero insuficiente. Nada supera en eficiencia al cultivo de exterior, por eso nadie cultiva tomates con lámparas en su dormitorio.
Para disminuir el impacto ecológico de nuestro cultivo, además de reducir el consumo eléctrico, podemos escoger las fuentes de donde procede. Hay en muchos países compañías que comercializan electricidad de fuentes 100% renovables, negándose a comprar electricidad producida con energía nuclear, carbón, petróleo o gas. También las grandes empresas eléctricas disponen de tarifas donde se ofrece la posibilidad de consumir exclusivamente energía renovable, pero se trata de un truco publicitario. Las grandes eléctricas producen sobre todo energía térmica y nuclear, y reservan el porcentaje de renovables que producen para no perder a sus clientes más exigentes, mientras siguen con sus políticas de expansión de energías no renovables. Por lo tanto, mi consejo es que desconfiemos de ellas y nos aseguremos de contribuir a la transición energética recurriendo a compañías que trabajan solo con renovables. Y no olvidar que no hay nada más sostenible ni ecológico que el Sol.
Los materiales
Otro aspecto en el que conviene fijarse es el uso de materias primas necesarias para el cultivo. Como profesional de la agricultura ecológica, no deja de sorprenderme la increíble complicación y sofisticación en que ha caído el cultivo de cannabis. Cualquier chaval con un pequeño indoor utiliza una cantidad de aparatos, medidores, productos y accesorios que hace palidecer al más veterano agricultor profesional. La manera en que ha sucedido es similar al caso de la electricidad. La Prohibición ha generado la necesidad de clandestinidad por el riesgo asociado al cultivo, elevando los precios. Una vez que los precios son altos, se asume con naturalidad la necesidad de incluir más y más parafernalia, ya que estos añadidos, en comparación con el alto precio de la marihuana, parecen asumibles.
No tengo espacio aquí para entrar en muchos detalles, pero no hace falta gastar tanto plástico, ni usar tantos tratamientos, ni complicarse tanto la vida para tener unos buenos cogollos. Podemos ahorrar dinero, energía y recursos naturales simplificando nuestra forma de cultivar y prescindiendo de lo superfluo. Saber qué cosas lo son y cuáles no es precisamente la clave para ser un buen cultivador. La otra clave para la sostenibilidad es optar por materiales duraderos, versátiles y reciclables (o mejor aún reciclados).
El cultivo hidropónico y aeropónico
La agricultura sin tierra, sea en su versión hidropónica (inmersión de las raíces en agua con nutrientes) o aeropónica (pulverización sobre las raíces de la misma solución), ha experimentado en los últimos años una enorme expansión, no solo en el cultivo de cannabis, sino también para todo tipo de plantas. Y, sin embargo, su grado de insostenibilidad es tal que merece un comentario aparte.
El cultivo sin tierra es muy poco eficiente. Actualmente sabemos que los microorganismos presentes en el suelo vivo son casi imprescindibles para que las plantas absorban los nutrientes. Por eso, al no existir esos microorganismos en la solución hidropónica, hay que elevar la concentración de nutrientes hasta niveles absurdos para que las plantas consigan absorber un poco. Es como si para amamantar a un bebé hubiera que mantenerlo sumergido en una bañera de leche. En consecuencia, los cultivos hidropónicos consumen cantidades de fertilizantes muy superiores a las necesarias para nutrir a las plantas, desaprovechando la mayor parte de los nutrientes empleados.
El segundo problema lo constituye la complejidad técnica de estos cultivos: Bombas, circuitos, filtros, medidores de todo tipo,… Por eso, el cultivo hidropónico, y aún más el aeropónico, exige una inversión proporcionalmente mucho mayor, así que el precio del producto tiene que ser alto para que compense. En cuanto baja la rentabilidad, el coste de funcionamiento pesa como una losa y, si no, que se lo pregunten a unos cuantos horticultores que conozco: Tras invertir cantidades enormes en invernaderos súper-tecnificados de cultivo hidropónico, han acabado trabajando casi gratis al bajar un poco el precio del tomate o la lechuga. Algunos se han pasado al cultivo de cannabis para salvar la piel, pero está claro que si el precio de éste baja porque, por ejemplo, hay una regulación que permita cultivarlo abiertamente, les volverá a pasar lo mismo. Y mientras esto sucede, contribuyen a agotar los recursos del planeta con su elevado consumo de materiales.
Todo indica que, hoy por hoy, las únicas alternativas disponibles con posibilidades de ser sostenibles en un futuro contexto de baja disponibilidad de energía son las formas más eficientes de agricultura ecológica, basadas en la permacultura. El resto de tecnologías irá sintiendo con dureza el previsible aumento del precio de la energía, del plástico, de los pesticidas o de los fertilizantes sintéticos, hasta acabar arrinconadas tarde o temprano. Cuanto antes nos preparemos, mejor.
Las semillas
Otro punto que no podemos olvidar es el de las semillas. Actualmente, las semillas feminizadas y las automáticas dominan el panorama. Puesto que las sanciones a las que se enfrenta un cultivador de cannabis en la mayoría de países van en función del número y tamaño de las plantas, la tendencia ha sido eliminar los machos para reducir el número de plantas cultivadas, lo que ha arrinconado a las semillas regulares. Sin embargo, este panorama es difícilmente sostenible a largo plazo.
El mercado de las semillas está actualmente dominado por híbridos poco estables y, además, feminizados. Es imposible conseguir descendencia de ellos y, si se cruzan usando machos procedentes de semillas regulares, la descendencia carece de homogeneidad. Desde luego, actualmente tenemos disponible una gran variedad de plantas y la productividad por planta ha mejorado mucho, pero a cambio de algo más de seguridad y, sobre todo, de comodidad, se está perdiendo la posibilidad de que los propios cultivadores hagan evolucionar esas variedades.
En efecto, una de las principales ventajas de que los propios cultivadores puedan reproducir las plantas que cultivan es que esas plantas pueden ser sometidas a selección natural, y así adaptarlas a las diferentes condiciones climáticas y a las distintas plagas. No es lo mismo cultivar en la costa francesa que en la montaña suiza. Y una planta obtenida a base de cruzar plantas de Tailandia y Jamaica, por poner un ejemplo, no se va a comportar igual en ambos sitios. Si los bancos de semillas no facilitan en algún momento que los cultivadores puedan reproducir sus plantas y mejorarlas, estableciendo una relación más bidireccional con sus clientes, se estarán asegurando unos clientes fijos, pero estarán perdiendo la aportación que los cultivadores pueden hacer seleccionando plantas resistentes a determinadas plagas o adaptadas a diferentes climas. Compartir un linaje es una de las claves para conservarlo. No está de más recordar que algún banco de semillas llegó a perder toda la genética de cierta variedad (no daré nombres) y tuvo que hacer un llamamiento a los cultivadores para ver si se podía recuperar algo. A un banco de semillas convencional dedicado a las cebollas o los calabacines no le habría pasado algo así. Y es que muchas veces tu principal fortaleza es también tu mayor debilidad.
Consejos básicos para ser más sostenibles
- Mejor luz natural que artificial
- En tierra mejor que hidropónico
- En cultivos con luz artificial, usar lámparas de bajo consumo
- Consumir electricidad de fuentes renovables
- Reducir el uso de materiales, y elegir los más duraderos y versátiles
- Usar productos y materiales fácilmente reciclables o, mejor aún, reciclados
Nada supera en eficiencia y economía a la naturaleza. Para asegurar su conservación y favorecer que pueda seguir cubriendo nuestras necesidades en el futuro, tenemos que imitarla. Cuanto antes aprendamos, mejor.