Hace algo más de 10 años que las variedades de cannabis autoflorecientes irrumpieron en el mercado. Hoy en día se sitúan tan sólo por detrás de las feminizadas fotodependientes en cuanto a variedades cultivadas, muy por delante de las variedades regulares. Lejos quedan las primeras autos que conocimos, plantas que apenas superaban los 30-40 cm, pero que dejaban claro que sería cuestión de tiempo su mejora. Las autoflorecientes de la actualidad en algunos casos no envidian nada a cualquier otra variedad si hablamos de sabor y potencia.
Estas variedades surgen del cruce de variedades ruderalis, una subespecie de cannabis sativa originaria del sur de Siberia y norte de Kazajistán. Son plantas que debido a su evolución a climas fríos, poseen un ciclo muy corto. En general tienen un periodo de crecimiento de aproximadamente 3-4 semanas, para después iniciar la floración independientemente del fotoperíodo. Son plantas de pequeña altura que pueden es su zona de origen pueden verse crecer libremente a orillas de carreteras o en terrenos agrícolas de barbecho.
Durante muchos años no han tenido ningún tipo de interés. Como cannabis recreativo no posee prácticamente THC, por lo que sus efectos psicoativos son prácticamente despreciables. Y como cannabis industrial, por su baja talla, no es apropiada para la extracción de fibras. Su uso, fue casi exclusivamente en la elaboración de inciensos o esencias artesanales.
Llegó el gran interés
El gran interés llegó cuando algunos criadores comprobaron que el gen autofloreciente se podía fijar en la descendencia para producir plantas con unos niveles de THC elevados, mientras conservaban su famoso rasgo que las hace florecer pasadas 3-4 semanas desde la germinación. Pero se trata de un gen recesivo, no dominante. Es decir que la primera generación de ruderalis y una variedad fotodependiente no es autofloreciente. Es necesaria al menos una generación más para que el resultado sea de 100% plantas autoflorecientes.
Al no depender de fotoperiodo, son variedades que si el clima lo permite, se pueden cultivar en exterior durante todo el año. Pero como sabemos que el cannabis es una especie que le encantan los climas templados/cálidos y largas horas de sol, la mejor fecha para su cultivo comienza con la primavera y se extiende hasta finales de verano o principios de octubre. Es decir que se pueden conseguir hasta 3 cosechas consecutivas a lo largo de una campaña, siempre dependiendo de la duración del ciclo de la variedad en cuestión.
Para ello se precisa un inicio de primavera con pocas lluvias y no demasiado frío, de lo contrario la primera tanda de plantas no crecerá en exceso y su producción tampoco será la mejor. Pero cuando únicamente se pretende hacer un solo cultivo, siempre conviene escoger la mejor fecha posible. Sería un gran error hacerlo al principio de primavera, cuando un par de meses después las plantas recibirán más horas de sol y las temperaturas sean más elevadas.
El solsticio de verano
Si tenemos en cuenta que el solsticio de verano es el día más largo del año (y la noche más corta), entre el 20 y 22 de junio dependiendo del año, la mejor fecha para el cultivo de variedades autoflorecientes sin duda debe coincidir con él. Hasta esa fecha la duración de los días crece para después comenzar a disminuir. Si comenzamos el cultivo durante la primera semana del mes de junio, tendremos por delante 3-4 semanas de largos días en las que la planta aprovechará para crecer lo máximo posible.
Y cuando la planta comience a florecer, aproximadamente entre finales de junio-principios de julio; recibirá además de el buen sol del verano que hará que sus cogollos engorden y resinen de una manera espectacular. Cuanto más avance el verano, los días serán cada vez más cortos. Para hacernos una idea, por ejemplo el 30 de julio tiene 1 hora más de día que el 30 de agosto, algo que sin duda se notará en la producción final.