Toda Europa realiza esfuerzos debido a la crisis. Bueno … tal vez no toda Europa. Una idea desarrollada por algunos indómitos amigos del cáñamo hace caso omiso a la crisis. Hace más de 10 años, se crearon los primeros clubs sociales de cannabis en España y actualmente en el centro de cada ciudad española, mediana o grande, hay uno. Incluso en Bélgica, se encuentra en funcionamiento un club social de cannabis legal con el nombre de “Trekt uw Plant” y en Uruguay, donde el cannabis vuelve a ser legal una vez más, este tipo de club puede actuar con libertad. En Francia, donde la legislación sobre drogas lleva años anticuada, la rama del movimiento a favor del cannabis, que se materializó gracias a Dominic Broc, recibe cada vez más atención por parte de los medios de comunicación y sigue ganando adeptos.
¿Y qué ocurre en Alemania? Bueno, allí también se está imponiendo la idea. ¿Qué más se puede esperar de un pueblo que parece tener una tendencia natural a formar clubs y asociaciones? En ningún lugar del mundo hay tantos grupos que encarnen intereses tan variados y, a veces, absurdos. Pensemos, por ejemplo, en la asociación creada para salvar el blusón (Zusammenhang nur der Verein zur Rettung der Kleiderschürze), o la que pretende ralentizar el tiempo (Verein Zur Zeit der Verlangsamung). Habida cuenta de estas dos, ¿por qué no tener un club social de cannabis? Después de todo, se estima que hay de cuatro a seis millones de consumidores de cannabis en Alemania (muchos más que los que usan blusones floreados o quienes llevan aparatos para desacelerar el tiempo).
La idea del “cultivo social” resulta muy atractiva porque excluye la posibilidad de explotar la cosecha comercialmente. Por otro lado, el modelo de coffeeshop holandés, de probada eficacia, corre grave peligro, sobre todo desde el nombramiento del Ministro Ivo Opstelten, que todavía tiene que encontrar una solución para equilibrar la ilegalidad, la tolerancia y el comercio. A diferencia de lo que supone visitar un coffeeshop, los miembros de una asociación dedicada al cultivo de cannabis se esfuerzan por garantizar la transparencia, y por desligar completamente sus cosechas del comercio. Después de todo, la oferta siempre está dirigida a la demanda interna de la asociación.
La producción se limita a un máximo predeterminado y se somete a un control muy estricto; este modelo recuerda mucho a la economía planificada de Europa del Este, pero con una peculiaridad. Es posible que un modelo que sigue estas pautas se critique menos al no ofrecer una disponibilidad ilimitada del producto. Dado que la producción se dirige totalmente al consumo personal, es más fácil que se ajuste a la legislación internacional en vigor y, muy importante, al colaborar con los médicos y otros expertos, una asociación como ésta puede ayudar a contribuir a la hora de prevenir el abuso. Además, se protege a los menores gracias a los requisitos de edad mínima vigentes según este modelo. Los clubs legales también ofrecen a todos los implicados una mayor seguridad jurídica que, por ejemplo, la que ofrece la política de tolerancia con respecto a los coffeeshops, y sufren menos los vientos de cambio político que soplan cuando se nombra un nuevo alcalde o se forma una nueva coalición.
El modelo español
Para pertenecer a la mayoría de estos clubs en España, los miembros o socios deben tener al menos 21 años de edad, aunque algunos mantienen una edad mínima de 25 años para los nuevos candidatos. A fin de que la asociación mantenga un tamaño reducido y que no surja la tentación de soñar con ganar dinero, la mayoría de los clubs españoles limitan el número de socios y, al hacerlo, también se limita la cantidad máxima de cannabis que se cultiva. Por esta misma razón, el tamaño de los clubs sociales de cannabis en Uruguay está limitado a 99 miembros por cada club. Asimismo, cada candidato deberá ser presentado por un socio que va a actuar como aval del recién llegado, por así decirlo. Las personas que padecen dolor crónico son admitidas sin preámbulos, incluso después de que se haya alcanzado el número máximo de miembros. A estas personas sólo se les exige que presenten pruebas de su enfermedad acreditadas por un médico.
Se pregunta a los candidatos por la cantidad aproximada de hierba que fuman, comen o inhalan durante un mes. La cantidad mensual máxima individual cambia de un club a otro y se encuentra entre 30g y 100g; nadie estaría contento con menos. Los socios deciden, de forma colectiva, las variedades que se van a cultivar y pueden comprar el producto final, como reembolso por los gastos, a 6,00 € el gramo de media. Esta cantidad cubre los gastos derivados de la siembra de las semillas, la electricidad, los fertilizantes, el alquiler del edificio del club, los salarios de los profesionales a ambos lados del mostrador, y un impuesto que se paga de manera voluntaria.
Los socios están comprometidos con el consumo responsable de cannabis, por eso sólo permiten que sea distribuido por personal capacitado. Su regla de oro es que todo el que requiera más producto que el permitido por los estatutos del club, necesita orientación o asesoramiento, y además, la mayoría de las asociaciones se lo proporcionarán encantadas. Después de todo, el cannabis puede representar un peligro para las personas que no saben cuándo parar.
Los miembros del club acuerdan qué grupo de personas serán las encargadas de cultivar las plantas y lo ideal sería que las personas designadas para esta tarea tengan ya cierta experiencia en el cultivo de cannabis en interior. No resulta difícil calcular cuánto tiene que producir este equipo para satisfacer la demanda de cada uno de los 100 miembros que utilizan una media de 1g a 2g al día. Cuando llega el momento de cosechar los frutos de su trabajo, los socios pueden ofrecerse como voluntarios para recoger la cosecha, algo que hacen muchos.
Clubs sociales de cannabis en Alemania – ¿Son siquiera posibles?
Ahora que el debate que rodea al cannabis también ha cobrado auge en Alemania, la Deutsche Hanfverband (DHV) o Asociación del Cáñamo Alemana ha publicado un manual en Internet. El manual está dirigido a los políticos y ya se ha descargado muchas veces con el fin de sentar las bases de un movimiento de clubs sociales de cannabis que esté presente en los consejos municipales y de distrito. Hasta el momento, se han presentado muchas peticiones en relación a proyectos piloto de clubs sociales de cannabis y de coffeeshops, y la página de laDHV proporciona instrucciones detalladas y da consejos útiles para presentar una solicitud. No se puede hacer mucho más ante la perspectiva de cuatro años de conservadurismo en lo que respecta a la legislación sobre drogas bajo la gran coalición social-demócrata-cristiana.
Afortunadamente, un club social de cannabis o coffeeshop piloto, como el que está proponiendo el consejo del distrito de Kreuzberg en Berlín, es mucho más interesante que las elecciones del comité de la asociación de criadores de conejos, o la comisión de un nuevo centro comunitario. Todavía se leen los periódicos locales gratuitos en la era de Internet en casi todos los hogares y divulgan nuestros argumentos exactamente donde tienen que hacerse oír: entre las personas que no consumen cannabis y que están, por tanto, satisfechas con la prohibición general porque no llegan a darse cuenta de que la legalización dentro de una estricta legislación, que además se ocupa del bienestar de los menores, redunda en su propio beneficio. Todavía hay una gran cantidad de trabajo por hacer, pero ¡el primer clic de un ratón supone media batalla ganada!
Por Micha
Fuente SensiSeeds