Charla con David Ponce, activista de la Comunidad Cannábica en Colombia: “El auto cultivó es un paso necesario, pero no es la solución”

El presidente Juan Manuel Santos no pierde la oportunidad de hablar de la necesidad de abrir un debate frente a la legalización de las drogas en todos los escenarios internacionales en que participa.

Gran diferencia encontramos con el mandatario uruguayo, Pepe Mujica, quien no se quedó con el discursito progresista, sino que trascendió al debate doméstico, la creación de leyes y la pronta implementación de un experimento único en el mundo.

Desde 2006 existe la Comunidad Canábica Colombiana (CCC), que cuenta, según algunos de sus líderes, con más de 100.000 seguidores en 20 ciudades del país. David Ponce Patiño, un joven psicólogo antioqueño de 26 años, es uno de los principales activistas de este movimiento y hoy ofrece otra perspectiva al tabú colombiano de la marihuana y lo que ocurre en Uruguay.

Dice el presidente Mujica que van a experimentar con la legalización de la marihuana. Como está planteado ahora, ¿cómo ven ustedes ese experimento?

Desde la CCC, lo vemos con prudencia. Apoyamos dichas iniciativas que buscan darle una nueva mirada al uso del cannabis y se aplaude este primer paso, pero con cautela. En Uruguay, dicho experimento plantea la regulación, concepto diferente al de legalización o normalización, y en ella el Estado es el encargado del control de la producción y comercialización de la planta. Uruguay es un país pequeño, con no más de 3,5 millones de habitantes, y antes de esta ley no contaba con cultivos de marihuana, es decir, es un país consumidor mas no productor, realidad muy diferente a la de Colombia. Tanto Colombia como Uruguay, y cualquier país del mundo, deben generar leyes endémicas de sus pobladores para sus pobladores, no exportar modelos e intentar adaptarlos a realidades que son ajenas a los mismos. Además, el control estatal como se plantea en Uruguay está dando pie a monopolios y el control de multinacionales. Semillas y plantas que deberían ser consideradas patrimonio de la humanidad hoy podrían ser sólo un buen negocio para unos pocos inversionistas adinerados, bajo la idea de la seguridad y la salud.

Decía Santos la semana pasada en Europa que con qué cara metía a la cárcel a un campesino que siembra marihuana cuando en Estados Unidos se la estaban fumando legalmente. ¿Qué opinan de esta aseveración?

Totalmente acertada. La actual guerra contra las drogas realmente se ha centrado en los eslabones más débiles de la cadena: los enfermos que pueden encontrar alivio en el cannabis, los campesinos e indígenas productores y los usuarios recreativos. Dichas acciones no han mostrado ninguna efectividad, sino por el contrario han aumentado las problemas relacionados con el tráfico ilegal. En Colombia, los campesinos son víctimas de la prohibición y hay que tener en cuenta su opinión, es decir, no sólo proponer la sustitución de cultivos, muchas veces forzosa, y ponerlos a cultivar tomate o papa, sino presentarles alternativas realmente rentables. En un Estado que piensa cambiar sus leyes sobre la marihuana, no se puede dejar por fuera al campesino y ponerlo a cultivar tomate y papa mientras las multinacionales montan sus monopolios de cultivo de marihuana.

¿Para dónde va el tema de la legalización de la marihuana en Colombia?

Colombia va por buen camino, gracias al trabajo de los colectivos de base que durante años hemos trabajado el tema cultural y legislativo, lo que ha permitido día a día educar a la población en general sobre la realidad del cannabis, sean usuarios o no.

El cannabis es una planta que tiene múltiples usos y hay que tratarla como tal. Si inhalamos los vapores de la gasolina, eso nos puede intoxicar y drogarnos, y no por eso miramos la gasolina como una droga, sino como un combustible que algunos pueden usar para otras prácticas. Lo mismo sucede con el cannabis, del que se pueden generar más de 25.000 productos industriales, que es medicina natural para múltiples enfermedades y que como sustancia recreativa es más segura que otras legales, como el alcohol, el tabaco, los energizantes y hasta el café. Hay que cambiar la mirada y no poner todas las llamadas “drogas” en el mismo costal, sino estudiar, investigar y evaluar cada una por separado, con sus pros y sus contras, y así llegar a un mayor entendimiento de las mismas y buscar leyes que beneficien a toda la humanidad.

El gobierno Santos habla mucho pero no hace nada frente al tema. En el Foro Mundial al que va llama la atención sobre la necesidad de abrir el debate, pero en el país no hace nada al respecto. ¿Me equivoco?

Las leyes en Colombia no han cambiado mucho, no se invierte en propuestas serias que trabajen el tema, como la nuestra, donde se educa a los usuarios y a la población en general sobre la planta, sino que siempre se invierte en las mismas corporaciones capitalistas que ven en los usuarios un buen negocio para rehabilitar y que realmente no buscan un cambio. Es la sociedad misma la que hace cambios en su forma de interactuar con el cannabis y no el Gobierno. El presidente habla de la no criminalización de los usuarios, pero en ciudades como Bogotá capturan a usuarios con portes mínimos y aun así los retienen 24 horas en la UPJ (Unidad Permanente de Justicia). Habla de cambios políticos que sean sociales y humanos, pero no se sienta con las víctimas de la prohibición o con los activistas serios a pensar el tema, sino siempre con sus expertos que poco conocen de la realidad de las drogas y del país.

Una de las propuestas de la comunidad es que la gente siembre su propia marihuana. ¿Es eso legal?

El auto cultivó es un paso necesario, pero no es la solución. No todo el mundo puede cultivar. Quien pueda cultivar debe tener el derecho de hacerlo, como quien puede cultivar cualquier otro fruto de la tierra. En Colombia, la ley no es clara al respecto, ya que en la Ley 30 de 1986 se considera que 20 plantas o más son una plantación, lo que dejaría entender que 19 plantas o menos no lo son. Es en esta misma ley donde se dice que se prohíbe cualquier tipo de plantación que pueda producir sustancias que generen dependencia y que se permite sólo para usos medicinales y científicos bajo una reglamentación que debe dar el Ministerio de Salud y Protección Social, que a propósito nunca ha dado. Por ende, en la actualidad hay penas para cultivos de 20 a 100 plantas, no para cantidades inferiores, por lo que se puede considerar un delito atípico.

¿Cómo evalúan el tratamiento que los medios de comunicación dan a las noticias relacionadas con la marihuana? ¿Qué estamos haciendo bien? ¿Qué estamos haciendo mal?

El trato de los medios de comunicación es relativo. Algunos medios independientes toman el tema con mayor seriedad que los medios masivos. Algunos son más liberales que otros, algunos proponen debate, otros sólo imponen su mirada. En general, el tema se toma de una manera muy represiva. Se usan términos como alucinógeno que no reflejan la realidad del cannabis.

Hay ignorancia en el Congreso frente al tema que preocupa. Prueba de eso es el trino del senador Juan Carlos Vélez sobre las 37 muertes en Colorado. ¿Cómo tomó la CCC semejante incidente?

Como una muestra contundente de la ignorancia frente al tema. Aunque para algunos es algo jocoso, realmente es lamentable cómo se siguen replicando mentiras sobre la planta y sus usuarios para satanizarlos. Cualquier se puede equivocar, pero debe aceptar su error e intentar remediarlo. La intención de Juan Carlos Vélez era generar pánico social y fanatismo.