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Celebración sufí en Pakistan, bailar, tambores y marihuana

5 March, 2010, 10:00 AM
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Fiesta pakistaní en Lahore, marihuana y tambores para la celebración

Lahore, Pakistán.

Para aquellos que piensan que Pakistán está integrado sólo por la línea dura, todo el tiempo, quizá tres actividades en un festival anual de esta localidad pudieran llegar como toda una sorpresa.

Miles de fieles musulmanes rindieron tributo al santo patrono de esta ciudad oriental de Pakistán bailando, tocando tambores y fumando marihuana.

No es una imagen normalmente asociada con Pakistán, país cuya atormentada región fronteriza del oeste acapara las noticias. Sin embargo, es una parte importante de cómo se practica el islam aquí, tradición que se remonta mil años hasta las raíces del islam en el sur de Asia.

Es el sufismo, forma mística del islam traída al sur de Asia por pensadores errantes que difundieron la religión al oriente desde la península Arábiga. Llevaron un mensaje de igualdad que fue profundamente atractivo para sociedades indígenas desgarradas por la casta y la pobreza. Hasta hoy, santuarios sufís sobresalen en el islam porque permiten el libre acceso a las mujeres.

PAKISTAN LAHORE FESTPero si los bailes, giros, cantos, tamborazos y el caleidoscopio de la muchedumbre constituyen alguna indicación, el sufismo sigue teniendo un poderoso atractivo.

“Hay explosiones de bombas por doquier, pero la gente no se aleja”, notó un cajero bancario de 36 años, de nombre Nayibulá. “Cuando llega la celebración, la gente tiene que bailar”.

Los fieles habían venido de todos los rincones de Pakistán para conmemorar la muerte del santo, Ali bin Usman al-Hajveri, místico del siglo XI. Conocido aquí como Data Ganj Baksh actualmente, o Dador de Tesoros, el místico de habla persa viajó a Lahore con invasores del centro de Asia, con base en datos de Raza Ahmed Rumi, escritor paquistaní y experto en sufismo. Se estableció en las afueras de la ciudad, una parada en la ruta comercial hacia Delhi, fundó un centro de meditación y escribió un manual sobre prácticas sufís, dijo Rumi.

Muy poca gente aquí conocía muchos de los hechos la semana pasada, pero, al parecer, eso no tuvo importancia. Los bailes y tambores fueron parte de un ritmo natural de la vida que, después de casi 10 siglos, era tanto sobre la cultura como lo era sobre la fe.

“¡Es un festival de felicidad!”, gritó un cocinero, Muhamed Nadim, sobre el clamor, cuando le preguntaron qué se estaba celebrando. “Aquí la gente se siente reconfortada”.

“Los sufís no han difundido el terrorismo”, notó Naeem Ashraf Rizvi, con su hijita sobre su regazo. “Nosotros somos sus víctimas”.

La violencia, dijo, ha dañado no solamente a Pakistán, sino también la reputación de los musulmanes, de quienes dijo que “son vistos con ojos recelosos por todas partes del mundo”.

Después, agregó: “Nosotros estamos condenando la violencia, pero nadie nos está escuchando”.

Peor que la violencia, notó Rizvi, era la debilidad del gobierno, que parecía incapaz de lograr mucho de cualquier cosa. Una ocupación militar tampoco era la respuesta. La única solución, dijo, era una revolución del pueblo, como la de Irán en 1979.

No obstante lo anterior, en Pakistán, donde el analfabetismo es rampante y los dirigentes están más ocupados luchando por el poder que volviendo realidad una visión política, ese es un deseo lejano.

“Todos están callados”, dijo. “Ellos aún no están escuchando. Están dormidos”.

Fuente Siglo21

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