El cannabis es una planta que ha acompañado al ser humano a lo largo de su historia, cultivándose como materia prima, utilizándose como alimento o medicina y también por su uso recreativo.
Según datos oficiales, la mayoría de los adultos australianos usan drogas recreativas, por poner un ejemplo de país desarrollado. El Instituto Australiano de Salud y Bienestar Social dice que en 2016 alrededor del 42% de la población (10 millones de personas) consumía alcohol semanalmente o con mayor frecuencia y el 10% (2,4 millones de personas) consumía cannabis.
La planta del cannabis ha sido parte integral de la cultura humana durante al menos 15.000 años y probablemente mucho más tiempo, es imposible saber realmente cuando los humanos comenzaron a usarla por primera vez. En Japón, los arqueólogos desenterraron semillas con 10.000 de antigüedad en las islas Oki y en China se descubrieron fibras en cerámicas de Yangshao con 7.000 años de antigüedad. También, se sabe que desde hace 10.000 años se practica la agricultura y podría ser el cáñamo e el primer cultivo agrícola del mundo. De hecho, en el libro escrito por Carl Sagan, The Dragons of Eden, se proponía la teoría de que el cultivo del cannabis condujo a lo que hoy conocemos como agricultura y por lo tanto, al desarrollo de la civilización moderna.
¿De donde es originario el cannabis?
El cannabis es originario de las montañas del Hindu Kush de Asia Central y desde ahí se extendió a todo el mundo a través de la agricultura. Durante miles de años, el cannabis se ha usado como un intoxicante y un poderoso anestésico: el término chino para anestesia, mazùi, literalmente significa “intoxicación por cannabis”.
La fibra de cannabis, plata también conocida como cáñamo, proporcionó cuerdas y velas para los barcos de la época que fueron utilizados por los españoles para el descubrimiento de América; la palabra lona literalmente significa cannabis.
¿Cuando se prohibió el cultivo de cannabis?
Las primeras leyes que restringen el uso recreativo del cannabis, en Brasil (1830) y Mauricio (1840), tenían como objetivo prohibir el consumo de cannabis por los esclavos, presumiblemente para que trabajasen más duro. Las leyes no impidieron el consumo de cannabis, y los esclavos resentidos eran probablemente menos eficientes que cuando lo consumían.
La India británica trató de criminalizar el cannabis aunque finalmente aceptó los hallazgos de la Comisión India de Medicamentos de Cáñamo (1894-5) que descubrió que “su uso moderado prácticamente no producía efectos nocivos”.
¿Cómo se gestó su prohibición mundial?
A mediados del siglo XIX se produjo el surgimiento de activistas políticos conservadores en los EEUU, que querían prohibir todas las drogas de la adicción: el opio, la cocaína, el cannabis y el alcohol. En 1912, Estados Unidos, presionando a resto del países convocó la Convención Internacional del Opio, primer tratado internacional de control de drogas del mundo. Esto condujo a la Convención Internacional sobre Drogas Peligrosas, firmada en Ginebra en 1925, que creó una prohibición mundial efectiva sobre los productos de cannabis.
La prohibición no ha detenido el uso del cannabis y por contra aumenta sus precios, crea imperios criminales y detiene a ciudadanos buenos y honestos. Las leyes impuestas por esa minoría no solo son injustas, impracticables e ineficaces: incurren en un costo cada vez mayor de vigilancia y encarcelamiento en la sociedad. La prohibición del cannabis es efectivamente una herramienta política dirigida a aquellos que no se ajustan a las costumbres sociales del derecho religioso. Las malas leyes tienen malos resultados sociales, y el resultado es una sociedad profundamente fracturada y disfuncional donde la policía esta ampliamente descontenta y faltada de respeto.
Esto es culpa de los políticos, no de la policía. La prohibición del cannabis ha sido un grave error de la historia, un legado brutal de las raíces de colonias penales de castigar y perseguir a las personas en un intento fútil de cambiar su comportamiento, solo causan resentimiento.
Los usuarios de marihuana no son intrínsecamente malas personas y no merecen persecución basada en la intolerancia de aquella minoría religiosa cada vez más irrelevante. Se necesita con urgencia abandonar esta destructiva mentalidad de estado policial y permitir que los adultos que consienten tengan derecho a usar cannabis recreativo si así lo desean. Hay que tratar a los buenos ciudadanos con tolerancia y respeto.