Tín marín. ¿Cuál tema? ambos me atraen, pero no caben en el mismo costal. Sin embargo, haré un esfuercito… ¡Quién quita!
Aura Lucía Mera.- Como pregunta una columnista de El País de Madrid para las mujeres de cuarenta p’arriba, ¿cara o culo? Esa es la disyuntiva diaria, no importan el ébola, ni los desaparecidos de Iguala, ni la ejecución de la joven iraní por matar a su violador… El espejo pregunta cada mañana: implacable, muestra y exige. Una arruga de más antes del desayuno o el “código de barras” entre la boca y la nariz nos acaban la autoestima, las ganas de bañarnos y de salir a la calle.
Las exigencias de “la eterna juventud” y las promesas falsas de la cirugía estética y las inyecciones de bótox se convierten en una obsesión. Hace poco, en una reunión de alto turmequé entré en pánico. Me acerqué a una amiga que no veía desde hace un tiempo. Empezó el blablablá social, el cómo estás y qué has hecho. De pronto un sudor frío me fue cubriendo. ¿Era ella? ¿Me había confundido con otra señora? ¿Estaba charlando con la persona equivocada? Su cara tenía algunos rasgos, los de siempre, pero su cara era otra… Me despedí con el beso de rigor y salí pitada. Pregunté después si ella era o no era. Me confirmaron que sí.
¿Cuándo entenderemos que no nos vemos mas jóvenes sino templadas? ¿Por qué borrarnos la expresión de la cara para quedar momificadas a lo Tutankamón? Las patas de gallo. Las líneas de la boca. Los miles de rayitas que salen al soltar la carcajada son el fruto de todo lo que hemos vivido, llorado, reído, padecido y gozado. Como escribió en un poema una mujer fuera de serie: “¿Quién nos hará la cirugía plástica del alma?”…
A veces me pregunto cómo harán para bostezar o estornudar algunas botoadictas. ¿Para decir dos tendrán que decir “uno-uno”?
Cambio de tercio. Sólo la doble moral de EE.UU. permite vender a todos los países alcohol y cigarrillos, sustancias que están probadas como las responsables (si se consumen en exceso) de accidentes, muertes violentas, cirrosis, cáncer, enfisema y otras cosillas. La marihuana nunca ha matado a nadie. A no ser de la risa.
Obviamente su abuso produce psicosis, alucinaciones, brotes de agresividad o apatía. Pero jamás se puede comparar con el daño producido por el tabaco y el alcohol.
Y mientras en Colombia ponemos los muertos y los condenados desde hace lustros, ya EE.UU. la cultiva y la defiende.
Felicito a Minsalud. La marihuana tiene más efectos positivos que negativos. El que quiera que se meta su porro. Y en cuestiones de salud, sus beneficios son infinitos. Acabemos con el servilismo a EE.UU.: ¡definamos nuestras propias leyes sin arrodillarnos más!
Mientras millones de cartones de cigarrillos entran de contrabando o legalmente y el licor se expende en todo lugar, cuántos presos tenemos en hacinamientos infrahumanos o en cementerios que nadie visita. ¿O cuántas víctimas de cáncer sufriendo las atroces consecuencias de la quimio cuando podrían tener una mejor calidad de vida? ¡Reflexionemos! Fuente ElEspectador