Cada nueva campaña de exterior, siempre recibimos muchos mensajes de dudas sobre cultivos. La gran mayoría son de problemas derivados de la inexperiencia y de algunos malos hábitos. Pero lo más común son cultivadores que ante un problema, buscan en Internet y lo primero que leen es “lavado de raíces”. En muchos casos puede ser una solución al problema, pero en otros puede acrecentarlo, especialmente si no sabemos a qué se debe el problema.
Un lavado de raíces como su propio nombre sugiere, se trata de lavar el sustrato con agua para eliminar todos o prácticamente todos los nutrientes. Es especialmente útil en dos circunstancias. La primera es antes de la cosecha, con lo que cortaremos el suministro de nutrientes de la planta, forzándola a consumir las reservas de las hojas. La materia vegetal combustionada que terminará en nuestros pulmones, tendrá un sabor más suave al tener un menor contenido en nutrientes.
La segunda circunstancia, es cuando la planta ha sufrido una sobrefertilización, es decir que se ha fertilizado por encima de su capacidad de asimilación. Las consecuencias pueden ser quemaduras en las hojas, pérdida de vigor de la planta, daño radicular… Con un buen lavado conseguiremos dejar el sustrato sin nutrientes, pero un lavado también supone un estrés. Y a una planta con un sistema radicular débil, puede ser lo que le faltaba para empeorar aún más las cosas.
Muchos cultivadores hacen un lavado de raíces antes de que comience la fase de floración para eliminar todos los excesos de nutrientes que han estado aportando en crecimiento. Así comienzan a usar en un sustrato inerte los nutrientes para la fase de fructificación. Una planta saludable lo tolerará sin problemas. Pero como decimos, una planta debilitada puede que no. Es por ello que un lavado de raíces no es siempre beneficioso ni la solución a algunos problemas, sino que puede ser contraproducente.
ANTES DE UN LAVADO DE RAÍCES, VALORA LA SITUACIÓN
Cuando uno se encuentra una planta con algunas hojas quemadas, antes de nada se debe valorar la situación. La gran mayoría de problemas en un cultivo son consecuencia de un pH inadecuado. Con un pH demasiado alto o demasiado bajo, la planta tendrá dificultades para asimilar los nutrientes. Podemos abonar y abonar, que la único que conseguiremos es saturar el sustrato de nutrientes sin que la planta los asimile. Así que lo primero es comprobar que el pH del riego es el correcto. Con sólo éste gesto, se puede solucionar un gran problema.
Además el exceso de determinados nutrientes puede causar el déficit de otros, por lo que las hojas pueden mostrar síntomas de carencias cuando realmente el problema es una toxicidad. Por ejemplo un exceso de potasio dificulta la asimilación de magnesio, manganeso, hierro y zinc. O un exceso de calcio causa mala asimilación de potasio y magnesio. Es importante no confundir una carencia con un exceso y tratar de averiguar qué nutriente es el que causa el problema.
Si el pH del riego está bien, también es interesante y si se tiene la posibilidad, medir tanto el pH como la EC del agua del drenaje tras un riego. Podremos comprobar si el sustrato presenta un exceso de sales, y si el pH del sustrato es el adecuado y no ha sufrido un gran desequilibrio. Si la EC es demasiado elevada, entonces sí podemos plantearnos hacer un lavado de raíces, ya que si la planta no asimila los nutrientes, es por exceso y no por una mala asimilación. Aunque primero, probaremos haciendo riegos abundantes para que drene en cada uno de ellos bastante agua y arrastre consigo el exceso de sales.
SI NO QUEDA OTRA SOLUCIÓN, HAZ UN LAVADO DE RAÍCES
Como decimos, el lavado debería ser el último recurso. Además de dejar el sustrato inerte, eliminaremos gran parte de su microvida. También provocaremos un encharcamiento que en una planta con un sistema de raíces débil será prolongado. Pero cuanto hay que hacerlo obligatoriamente, no debemos dudar.
Para hacer un lavado efectivo, debemos usar el triple de agua que capacidad tenga la maceta. Para una maceta de 25 litros, usaríamos 75 litros de agua, por ejemplo. Como no es muy habitual tener almacenada tanta cantidad de agua sin cloro, no quedará otra que usar agua directamente del grifo. Pero al menos asegúrate de que la última que uses, sí esté reposada.
Empieza añadiendo agua poco a poco, con regadera, manguera, cubo o lo que tengas a mano. Deja tiempo para que el sustrato vaya absorbiendo el agua hasta empaparse en su totalidad. Cuando comiences a ver salir agua por el drenaje, ya puedes añadir agua más rápidamente. Al agua que has reservado reposada, es interesante que le añadas algún complejo radicular, además de una media dosis de abono. Si todo va bien, tras una dura lucha saldrá adelante y seguirá con su desarrollo normal.
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