Si existe una tarea rutinaria en el cultivo de cannabis, ésa es regar las plantas. Es sin duda la que más veces realizaremos a lo largo de los meses que dure el cultivo. Y si no la realizamos correctamente, estaremos meses repitiendo un mal hábito que afectará a la salud, al crecimiento y a la floración de la planta. Y por supuesto al rendimiento final, que realmente es lo que nos interesa.
CONOCER LA DUREZA DEL AGUA
La dureza de un agua se refiere a la cantidad de sales de calcio y magnesio que contiene. Un agua blanda es aquella con bajas concentraciones de estos dos nutrientes primarios. Por su contra, un agua dura contiene altas concentraciones de ambos. Y tan malo es un exceso, como un déficit. Estos dos nutrientes juegan un papel fundamental en el cultivo, ya que tras el nitrógeno, el fósforo y el potasio, son los que más demanda la planta.
Los fabricantes de abonos no los suelen incluir en sus formulaciones en cantidades óptimas, ya que prácticamente toda agua los contiene. Como hemos visto, en el caso del agua dura en cantidades excesivas, lo que sería un mayor problema el añadir más. En este supuesto, conviene reducir esta dureza con agua destilada, osmotizada o de mineralización débil. Y en el caso de aguas blandas, lo recomendable es usar un suplemento de calcio y magnesio para prevenir futuras carencias.
EL PH SIEMPRE BIEN REGULADO
Uno de los principales errores del cultivador, es no regular el pH. El pH o potencial de hidrógeno indica el grado de acidez de una solución. Y ésto repercutirá directamente en la asimilación de los nutrientes. Puede que de casualidad se cuente con un pH inicial apropiado para el cultivo, que no óptimo. En un rango de 5.5 a 7, se puede cultivar cannabis sin grandes inconvenientes, pero con el riesgo de sufrir alguna carencia de nutrientes.
El rango óptimo para el cultivo en tierra se establece entre 6 y 6.5. El valor más bajo en fase de crecimiento, y el más alto en fase de floración. Así la planta podrá asimilar todos los nutrientes necesarios, con esas ligeras variaciones que hará que en cada fase asimile más cantidad de uno que de otro. Un pH por encima o por debajo de estos valores afectará tanto, que la planta no será capaz de asimilar determinados nutrientes ni aún estando disponibles.
El pH, siempre se mide y regula después de añadir los abonos. Éstos suelen modificar los valores iniciales. Algunos incluso llevan reguladores que lo sitúan en un valor óptimo, muy interesantes ya que es un tema del que nos olvidamos para lo que resta de cultivo. En el caso de que el pH sea superior a 6.5, lo podemos bajar con limón, vinagre, o un pH Down o pH -. En el caso de que sea inferior a 6, lo podemos subir con bicarbonato, o un pH Up o pH +.
¿CÓMO REGAR Y CUÁNTA AGUA USAR?
Es otro de los puntos que más dudas generan en el cultivador principiante. Y muchas veces por exceso, y otras por quedarse corto, las raíces terminan sufriendo las consecuencias. Con nuestra agua de riego preparada, con o sin abono, y siempre con el pH bien regulado. Lo habitual después de unos días sin regar, es que la capa superficial del sustrato esté tan seca que no retenga el agua. Y añadimos toda el agua de golpe, es probable que se escurra por los bordes de la maceta la mayor parte de ella.
Así que comenzaremos poco a poco, añadiendo un chorrito a cada planta y dejando que la vaya absorbiendo lentamente. Y repetiremos en cada una de las macetas como si de una ronda se tratase, siempre poco a poco. Cuando veamos que comienza a salir agua por el drenaje de las macetas, será suficiente. Ésto además es interesante ya que se irán eliminando también los excesos de sales que se acumulan tras los abonados.
Y no volveremos a regar hasta que la maceta haya perdido una gran parte de este agua. Para saber el momento aproximado, basta levantar o intentar maceta si dado el caso fuese muy grande. Un sustrato sin apenas agua, es muy liviano y dará la sensación de que la maceta está vacía. Un sustrato que aún contenga una gran cantidad de agua, pesará mucho.
No se debe ni llegar al extremo de mantener el sustrato siempre encharcado, ni que siempre llegue a la planta a mostrar signos de deshidratación. Piensa que las raíces secundarias y pelos radiculares, que son las que tienen mayor capacidad de asimilar agua y nutrientes, pueden morir si se someten a sequías prolongadas, teniendo después la planta que regenerarlas de nuevo.