Ya es una realidad. Sudáfrica sorprendió al mundo ayer, 19 de Febrero de 2014, con la presentación, frente al Parlamento, de una innovadora legislación. Se trata de la Medical Innovation Bill (Lay de Innovación Médica), cuyo objetivo es legalizar el cannabis con fines medicinales, industriales y económicos.
El precursor, e indiscutible héroe de esta iniciativa, esMario GR Oriani-Ambrosini, miembro del Parlamento y del Partido Inkatha Freedom. Un hombre que ha luchado, incansablemente, hasta conseguir las reglas que hoy tenemos entre manos y que Sudáfrica ha materializado en este documento.
La historia comenzó como tantas otras. Un miembro destacado del Parlamento de un país, consciente de la inagotable fuente de propiedades que otorga el cannabis, pelea para que los pacientes diagnosticados con enfermedades crónicas, tales como el cáncer, puedan plantar su “propia medicina en casa” y beneficiarse de ella. Hasta aquí parece una historia normal ya que, obviamente, no se trata del primer político que cree realmente posible la descriminalización y desestigmatización de esta tan preciada planta.
La cuestión es que la historia de Ambrosini va un poco más allá. Este hombre fue diagnosticado de un cáncer de pulmón, en estadio 4. Un cáncer inoperable. Él, valiente, comunicó su diagnóstico el pasado mes de Mayo frente a sus compañeros :
“De repente y sin síntomas previos significativos, he recibido un diagnóstico de cáncer de pulmón en estadio 4, que ha hecho metástasis ampliamente a lo largo de mi pleura. La condición es terminal y no operable y, si se deja sin tratar, tendréis que borrarme ya de todas las listas de regalos de Navidad”, afirmó.
A su vuelta, Ambrosini no llegó solo. Lo hizo con un Proyecto de Ley bajo el brazo que, como él, fue recibido entre aplausos. Frente a sus colegas, declaró, “cada año 10 millones de personas mueren de cáncer en todo el mundo, por lo que se necesitaron nuevas estrategias para enfrentarse a esta enfermedad”
Además, se atrevió a decir en voz alta lo que muchos saben y callan y es que solo se permiten los tratamientos desarrollados con fines de lucro por conglomerados médicos , mientras que otras alternativas estaba “totalmente prohibido administrarlas a los pacientes”.
Objetivos
En palabras textuales del político, “millones de personas pasan por este infierno. El de ser un paciente de cáncer, sufrir y morir, posiblemente de forma innecesaria, solo porque el Gobierno no quiere financiar la investigación y acelerar la aprobación de tratamientos que, de realizarse, no darían ningún beneficio al Estado”
Las palabras frías y realistas, pero a la vez empáticas y cercanas de Ambrosini han conseguido traspasar fronteras y ocupar, hoy, un lugar importante. Él ha conseguido, no solo ponerse en el lugar de aquellos con enfermedades terminales, sino que, aprovechando la notoriedad de su posición, se ha alzado como portavoz de todos ellos. Porque sabe, sabemos, que quizás, su voz, sí sea escuchada.
La cuestión es que, como protagonista de su propia batalla personal, conoce mejor que la oposición, e incluso mejor que sus propios compañeros de partido, lo absurdo de la ilegalidad del cannabis. Lo absurdo que es prohibir algo inofensivo que puede ayudar a miles de personas. Lo absurdo de negar obviedades y dar la espalda a una realidad que azota a gran parte de la población. ¿Es acaso un secreto que el cáncer es una plaga? Es la plaga de nuestro siglo y probablemente también la del próximo así que, ¿qué sentido tiene criminalizar al cannabis de ese modo? ¿Qué sentido tiene la persecución que sufre?
Fue en Mayo cuando Ambrosini dijo que lucharía por conseguir tratamientos, como el suyo propio, “basados en diferentes ciencias, no en alternativas a la ciencia”. En la línea de su discurso coherente afirmó, en ese momento, “llegados a este punto, no voy hablar o responder por este tratamiento, ni voy a desacreditarlo. Mi muerte o mi supervivencia lo harán por mí”.
Ambrosini es natural de Roma, puede que por eso corra por sus venas sangre de gladiador. Porque gracias a su constancia, su lucha y, por qué no decirlo, su terquedad, el proyecto de ley por fin ha visto la luz. Éste tiene como objetivo conseguir que varios centros hospitalarios puedan llevar a cabo serias e importantes investigaciones médicas que permitan el tratamiento y cura del cáncer.
Eso significa abrir la puerta a nuevos estudios y a la legalización del uso médico, económico e industrial del cannabis. Las premisas de la nueva ley se podrán aplicar únicamente en los hospitales “piloto” que hayan sido autorizados previamente por el Ministerio de Salud para este cometido. El motivo, es poder garantizar al paciente una profesionalidad y discreción impecables por parte de aquellos que pueden administrar cannabis con fines terapéuticos. Además, dicha Ley reducirá los costes de los servicios sanitarios públicos y privados al no imponer costes adicionales al Estado.
Así son las cosas y el destino, como siempre caprichoso, ha dado voz a alguien que, por un lado sabe muy bien de qué habla, y por otro, es consciente de su posición. Ambrosini puede ocupar portadas en los periódicos de todo el mundo y hacer que corra la voz, hablar alto y claro frente a un micrófono y ser oído. Algo, si no imposible, bastante difícil para el resto de enfermos, la mayoría, anónimos.
Gracias a eso hoy la Medical Innovation Bill se ha convertido en algo real, palpable. No son palabras en el salón de casa o en la sala de reuniones. No es una conversación entre amigos o un debate en una la oficina. Es un Proyecto de Ley de verdad, que intentará ayudar a todos los “Ambrosinis” de Sudáfrica y que, como tantos otros, hará lo posible por salir adelante.
Ojalá ambos lo consigan.
Por Diana
Fuente SensiSeeds