La marihuana causa amnesia y… otras cosas que no recuerdo. Woody Allen
Por Juvenal González.- He dicho y sostengo que la legalización de las drogas prohibidas sólo es cuestión de tiempo. Asumiendo que “legalizar” significa establecer un marco normativo para su producción, comercialización y consumo. Y reconociendo, por supuesto, que siendo un problema de salud pública, se debe alertar a los consumidores acerca de los riesgos de su consumo y prevenirlo con medidas formativas y educativas. La prohibición y aplicación de medidas coercitivas, como si fuera un asunto delincuencial, han demostrado con creces su rotundo fracaso.
A esta conclusión se suman cada vez más médicos, investigadores, intelectuales, políticos y, sobre todo, especialistas en el tema. A ello se debe que los debates sean más intensos y en muchas partes se den pasos más sólidos en ese sentido, incluidos algunos estados de nuestro avasallador vecino país del norte, inventor y promotor a ultranza del prohibicionismo que tantas desgracias ha traído al mundo, particularmente a México, convertido en el principal proveedor de los millones de consumidores en Estados Unidos.
Las drogas prohibidas constituyen uno de los mayores y más rentables negocios del cacareado mundo globalizado. Negocio que incluye a los típicos narcos de cuerno de chivo en ristre. También a miles de campesinos y trabajadores, así como, militares, policías, ministerios públicos, jueces, aduanales y demás “agentes del orden”. Pero sobre todo, y en primerísimo lugar, a grandes jefes políticos y militares, banqueros, empresarios y magistrados quienes, finalmente, hacen posible que el negocio y el lavado de sus ganancias marchen sobre ruedas.
Esta explosiva mezcolanza de negocios ilegales, delincuencia, corrupción e impunidad, es generadora de la creciente ola de violencia e inseguridad que se padece en muchos países del continente y otras muchas regiones del orbe.
Así lo ha entendido el presidente de Uruguay, José Alberto Mujica Cordano, quien, agarrando el toro por los cuernos, se ha puesto a la vanguardia latinoamericana en la lucha por dar nuevos tratamientos al problema de las drogas prohibidas. El 8 de agosto de 2012, el prosecretario de la presidencia Diego Cánepa, informó que el Ejecutivo “remitió al Parlamento un proyecto de Ley que establece que el Estado asumirá el control y la regulación de la importación, producción, adquisición, comercialización y distribución de marihuana”.
La ley es parte de un paquete de acciones contra el narcotráfico, y su objetivo es arrebatarle un negocio de entre 30 y 40 millones de dólares anuales (nada si se compara con México). Se trata de “separar el mercado de las drogas legales de las ilegales y permitir concentrar los recursos hacia las drogas con efectos más nocivos”, dijo Cánepa y, tras señalar que todas las drogas son nocivas, recordó que “sin duda que el alcohol y el tabaco tienen efectos nocivos; sin embargo no se prohíben”. Y agregó: “Nadie está diciendo que la marihuana sea buena, sino que la política que hemos seguido durante más de 50 años en el país no ha dado los resultados que se esperaban y lo peor que se puede hacer es no actuar cuando la evidencia demuestra que, con insistir en el mismo camino, no se obtendrán resultados diferentes”. Te lo digo Calderón para que lo entiendas Peña.
La audaz iniciativa del presidente Mujica fue aprobada hace unos días por la Comisión de Adicciones de la Cámara de Representantes (seis contra uno) y su discusión en el pleno de la Cámara ha sido fijada para el próximo 31 de julio. En ella se otorga al Estado el monopolio de la regulación y control de toda la cadena productiva a través de una institución llamada Instituto de Regulación y Control de Cannabis (Ircca).
Asimismo, permite el cultivo doméstico de hasta seis plantas por persona y 480 gramos por cosecha. También autoriza al Ircca a crear un registro voluntario de consumidores, quienes podrán adquirir hasta 40 gramos al mes en farmacias especialmente habilitadas. Asimismo, permite el cultivo de mota con objetivos de investigación científica y de su variedad no psicotrópica (cáñamo) con fines industriales. Por otra parte, se prohíbe todo tipo de publicidad, así como su acceso a los menores de 18 años.
Esta histórica iniciativa de ley, que saca de la jugada a los traficantes ilegales (peores que la droga, a decir del mandatario), no las tiene todas consigo. Los sectores conservadores, que prevalecen en la sociedad y en todos los partidos, siguen flotando en su mar de hipocresía y doble moral. Se niegan a reconocer que el consumo de drogas (prohibidas y permitidas) es, finalmente, un ejercicio de libertad personal, una decisión que cada quien toma bajo su propio riesgo.
Esa es la gran enseñanza del presidente Mujica (Pepe, como le llaman sus paisanos). Él mismo no estaba convencido de dar el enorme paso que ha dado. Pero al ser un revolucionario cabal sabe escuchar y, sobre todo, sabe estudiar en los libros de la realidad cotidiana de su pueblo y del mundo.
Allá en nuestros añorados años sesenta se integró al Movimiento Tupamaro, con el que participó en múltiples operativos guerrilleros. Por ellos recibió seis balazos y pasó quince años en las cárceles de la dictadura militar. Dos veces se fugó y por ello su última estancia (1972–1985) fue de penuria total y salvó la vida por un pelo.
Al caer la dictadura logró su libertad y volvió a la vida política participando en el Frente Amplio. Fue diputado y ministro de Agricultura, pero nunca perdió su ánimo ni sus convicciones; eso le llevó a la candidatura y a la presidencia con 52 por ciento de los votos emitidos. Se ha convertido en un presidente singular y casi imposible en estos tiempos. Para explicarlo con sus propias palabras: “En mi país yo camino por la calle, voy a comer en cualquier lado sin la parafernalia de los hombres de Estado. No quiere decir que no tenga rosarios y puede que también algún enemigo, pero al fin y al cabo morir te vas a morir y no hay que vivir temblándole a todo. Soy un luchador social, lo he sido toda mi vida, ahora estoy en esta changuita de presidente que nunca pensé, pero el juego de la vida se dio así. Pertenezco a una generación que quiso cambiar el mundo, fui aplastado, derrotado, pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena luchar para que la gente pueda vivir un poco mejor y con un mayor sentido de igualdad”.
Hay quienes creen que por haber militado alguna vez en alguna organización revolucionaria o de izquierda, obtuvieron una especie de patente para lucrar con su pasado. Pepe Mujica es un mentís fulminante para todos los farsantes que apelan a la “modernización democrática” para traicionar lo que alguna vez fueron sus ideales y se han sumado a la caterva de ladrones y malandrines que ofenden hasta a la memoria.
Bien por el Pepe Mujica; cuánta falta hacen en el mundo hombres como él. Por Juvenal González
Publicado en LaJornadadeOriente