¿Se venderá el cannabis en los estancos algún día?

El pasado mes de junio, dos jóvenes fueron detenidos en Albacete porque, presuntamente, cultivaban y vendían cannabis en un estanco. Al parecer, el dependiente se encargaba de cuidar, recolectar y confeccionar los porros que luego vendía a sus clientes en la misma puerta del establecimiento.

Si bien el trabajo del estanquero consiste en vender cigarros para que sus clientes los fumen, parece que lo de vender porros, aunque sea frente a tu negocio tabacalero, no acaba de ser bien visto. Evidentemente y con la regulación en la mano, estamos hablando de un presunto delito de tráfico de drogas por lo que no hay vuelta de hoja en la actuación policial. Pero nunca está de más dar unas caladas al eterno debate sobre la legalización de la marihuana, discusión que despierta el sueño apagado de sus consumidores de no tener que recurrir a la clandestinidad para conseguirla, y la negativa rotunda por respuesta de quienes ven en el cannabis una droga como otra cualquiera, perjudicial para la salud, con la que no se debe de jugar.

A nadie se le escapa que si el tabaco mata a más de 4 millones de personas en el mundo cada año, añadirle cannabis no va a disminuir sus efectos nocivos. Pero la hipocresía siempre oculta los peores humos de la realidad, y entre las principales causas de mortalidad están a la cabeza las enfermedades cardiovasculares seguidas de los cánceres. ¿Por qué entonces no se termina con esta industria, que tantas muertes lleva a sus espaldas, y con los suculentos ingresos que generan tanto para beneficio de las propias tabaqueras como para las administraciones públicas, que con una mano te dan fuego para encender tu cigarro y con la otra te dan una ostia, en forma de impuesto, para ayudarte a dejar el vicio?

La respuesta está en la propia pregunta. La pasta es la pasta y el tabaco genera mucha. Por lo que los defensores de la legalización podrían argumentar que si se vendiera cannabis en los estancos, de forma legal, aumentarían los ingresos en las arcas del Estado gracias a los nuevos impuestos derivados de su producción, distribución y venta. Pero para sus detractores, fumarse un porro nunca será igual que fumarse un cigarillo porque sus efectos también atacan nuestra capacidad perceptiva, interfiriendo en el aprendizaje, la capacidad de concentración y el rendimiento escolar y laboral.

Si queremos hacer una comparación más precisa del sobre consumo del cannabis con el de otras drogas legales, tendríamos que recurrir al alcohol, sustancia que además de machacar nuestro hígado, altera con mucha mayor violencia nuestra conducta que cualquier porro, y que genera un elevado número de muertes tanto directas, por enfermedad, como indirectas, al estar detrás de las causas de un altísimo porcentaje de los accidentes de tráfico. Y aquí es donde aparece el sentido común. La sociedad bebe alcohol o fuma tabaco como formas de esparcimiento y de ocio y siempre que uno sea mayor de edad, la decisión final de consumir es únicamente responsabilidad suya. Al igual que somos responsables de llevar una alimentación saludable o no llevarla o de hacer deporte o no, ¿también es cosa nuestra empezar a fumar o tomarnos una copa de vez en cuando? Se entiende así que los defensores del cannabis justifiquen su consumo como personas mayores de edad y conscientes de sus riesgos.

En definitiva, que encontrar la respuesta acertada siempre es difícil y contentar a todos es imposible. Así que aunque el cannabis sea la droga ilegal más consumida en España, parece que aún tiene que pasar mucho tiempo antes de que con el paquete de tabaco, compremos también el hachís en el estanco. Eso sí, si sucediera algún día y se legalizara, por favor, que los consumidores no tengan que esconderse para fumarse sus porrillos, aunque tal y como está la ley del tabaco, lo tendrán difícil.